El Drama de los secuestrados en Israel se acerca a su fin
251 hombres, mujeres y niños fueron secuestrados por terroristas de Hamás hace más de 800 días. Una magnitud inédita. La mayoría eran israelíes, pero también hubo ciudadanos latinoamericanos, europeos, estadounidenses y tailandeses, entre otros. El menor: Kfir Bibas, de 9 meses. El mayor: Arye Zalmanovich, de 85 años. Ambos del kibutz Nir Oz, uno de los mayores símbolos de la masacre, donde más de un cuarto de sus miembros fueron secuestrados o asesinados. No fue la primera vez que organizaciones terroristas palestinas utilizan los secuestros como método de presión política y militar. En 2014, tres jóvenes israelíes fueron secuestrados por miembros de Hamás en el cruce de Gush Etzion: Eyal, Gilad y Naftalí, cuyos cuerpos sin vida fueron hallados 18 días después. Años antes, el soldado Gilad Shalit fue secuestrado en un ataque –también de Hamás– contra una base militar israelí cerca de Kerem Shalom. Pasó más de cinco años cautivo en Gaza, hasta ser liberado en 2011 en un intercambio por 1.027 prisioneros palestinos que cumplían condenas en cárceles israelíes. Sin embargo, nunca antes en la historia de Israel un ataque masivo había culminado con cientos de secuestrados: la mayor crisis de este tipo que ha entrentado el Estado judío. A nivel global, pocos episodios del siglo XXI pueden considerarse comparables en escala. Entre ellos, el secuestro de más de 250 niñas por Boko Haram en Chibok (Nigeria) en 2014; las tomas de rehenes masivas de ISIS en Siria e Irak; o los secuestros colectivos realizados por las FARC en Colombia que en los 2000 seguían ocurriendo.Volviendo al caso israelí, el presidente Isaac Herzog reiteró en numerosas ocasiones que el retorno de los secuestrados era una obligación nacional ineludible. El 6 de marzo de 2025, cuando aún quedaban casi 60 rehenes retenidos en Gaza, Herzog aprovechó una ceremonia oficial en el Monte Herzl dedicada a los soldados caídos cuyos cuerpos no han sido recuperados para subrayar que Israel tenía un “imperativo moral supremo” de traerlos de vuelta, afirmando que “no debemos descansar ni guardar silencio hasta que todos regresen a casa, tanto los rehenes vivos como los muertos”. Días después, el 25 de marzo de 2025, en una conferencia en la Universidad de Tel Aviv, expresó su preocupación porque la sociedad comenzaba a perder la urgencia que el tema exigía, señalando que estaba “bastante sorprendido de cómo, de pronto, el asunto de los rehenes dejó de estar en la cima de la lista de prioridades”, insistiendo en que el país no podía permitirse apartar la mirada de esa responsabilidad histórica.Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu sostuvo durante toda la guerra que la liberación de los secuestrados era un objetivo nacional inseparable de la derrota de Hamás. Ya el 23 de noviembre de 2023, al anunciarse la primera pausa humanitaria que permitió la liberación inicial de secuestrados, afirmó que “traerlos a todos es una misión sagrada” y que el gobierno estaba comprometido tanto con “traer a nuestros secuestrados a casa como con eliminar a Hamás”. Sin embargo, esta postura fue objeto de un debate creciente dentro de Israel. Mientras Netanyahu insistía en que la presión militar era indispensable para debilitar a Hamás y aumentar las posibilidades de rescatar a los secuestrados, numerosas voces —incluidas familias de rehenes, ex jefes de seguridad y parte de la oposición política— cuestionaban si las operaciones militares realmente acercaban el retorno de los cautivos o, por el contrario, los exponían a un mayor riesgo. El dilema se volvió central: ¿la fuerza o la negociación? En la práctica, Israel terminó aplicando ambas vías de manera simultánea.Entre las 251 personas secuestradas, tras algunas liberaciones unilaterales en octubre de 2023, el primer gran acuerdo se produjo durante la tregua de finales de noviembre de ese mismo año, cuando 105 rehenes fueron liberados, en su mayoría mujeres y niños. Los combates se reanudaron, pero nuevas extensiones del acuerdo y negociaciones puntuales, mediadas principalmente por Estados Unidos, Catar y Egipto, permitieron la liberación de cautivos adicionales en varias ocasiones pero en cantidades reducidas. En paralelo, Israel llevó a cabo varias operaciones militares de rescate, aunque complejas y con resultados acotados. En total, solo siete rehenes fueron liberados con vida por las FDI mediante acciones directas. Entre ellos, los argentinos Luis Har y Fernando Marman, además de Noa Argamani y un grupo de hombres que habían sido secuestrados durante la fiesta Nova.Sus testimonios y los de otros sobrevivientes pusieron de relieve la enorme dificultad de ejecutar operaciones de rescate de este tipo sin poner en riesgo a los cautivos, un factor que alimentó el debate interno en Israel sobre los límites y la viabilidad de la presión militar como vía prioritaria. Ese dilema quedó expuesto con especial crudeza con el caso de seis secuestrados que en un túnel subterráneo en Rafah, al sur de Gaza, fueron “asesinados a sangre fría por sus captores poco antes de que nuestras fuerzas llegaran al lugar”, según informó el entonces portavoz de las FDI, contralmirante Daniel Hagari, el 1 de septiembre de 2024. Con el paso de los meses se produjeron liberaciones adicionales mediante acuerdos parciales y extensiones negociadas, incluidas las últimas entregas en septiembre de 2025. Ese momento marcó un punto de inflexión: el cierre de la etapa con secuestrados vivos en Gaza y un hito seguido con atención a nivel internacional. Una veintena de hombres israelíes que sobrevivieron 738 días en manos de terroristas fueron finalmente intercambiados por casi 2.000 prisioneros palestinos, entre ellos más de 250 condenados a cadena perpetua por actos de terrorismo. En total, de las 251 personas secuestradas durante la masacre del 7 de octubre, alrededor de 180 fueron liberadas con vida mediante negociaciones, 7 fueron rescatadas por las FDI y unos 60 fueron devueltas en forma de restos mortales, completando una secuencia que combinó acuerdos, rescates puntuales y la recuperación gradual de cuerpos a lo largo de casi dos años.En este momento, solo el cuerpo de un secuestrado permanece en manos de terroristas en Gaza. Se trata de Ran Gvili, agente de la Policía de Israel, quien el 7 de octubre salvó a decenas de personas que huían del festival Nova y combatió para proteger el kibutz Alumim, hasta ser asesinado por terroristas de Hamás. Su cuerpo fue posteriormente secuestrado y trasladado a Gaza, donde permanece desde hace más de 800 días.Su caso se ha convertido en el último pendiente dentro de la crisis de los secuestrados y en un símbolo para las familias de las víctimas y para amplios sectores de la sociedad israelí, que continúan exigiendo su devolución para permitir un entierro digno.La crisis de los secuestrados se aproxima así a su cierre formal, aunque no necesariamente a su cierre histórico. La experiencia acumulada a lo largo de casi dos años dejó al descubierto los límites de la fuerza militar, el peso de la negociación y el costo humano de decisiones tomadas bajo presión extrema. En una región marcada por conflictos prolongados, este episodio quedará como un antecedente central para comprender cómo Israel, su sociedad y sus instituciones enfrentaron uno de los dilemas más complejos de su historia reciente.* Al momento del envío de este artículo desde Israel, el cuerpo de Ran Gvili aún no ha sido devuelto.-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Netanyahu solicita indulto presidencial a Herzog en medio del proceso judicial en su contraDesde 2020, el primer ministro Benjamín Netanyahu enfrenta un proceso judicial sin precedentes para un jefe de gobierno en funciones, acusado en tres causas por soborno, fraude y abuso de confianza. Netanyahu niega todos los cargos y sostiene que se trata de una persecución política, mientras el juicio avanza lentamente en los tribunales de Jerusalén y sigue siendo uno de los ejes más divisorios de la política israelí. En ese marco, el propio Netanyahu afirmó que “el actual juicio nos está desgarrando desde dentro, alimenta feroces desacuerdos y profundiza las divisiones.”En este contexto, a fines de noviembre Netanyahu solicitó un indulto al presidente Isaac Herzog, quien aún no ha tomado una decisión. Al referirse al tema, Herzog señaló que considerará “únicamente los mejores intereses para el Estado de Israel y la sociedad israelí.”El pedido recibió también respaldo desde el exterior. En una carta distribuida por el portavoz del presidente de Israel, el presidente estadounidense Donald Trump escribió: “Por la presente, les pido que indulten completamente a Benjamin Netanyahu, quien ha sido un primer ministro formidable y decisivo en tiempos de guerra, y que ahora está guiando a Israel hacia una era de paz.”La solicitud generó fuertes críticas desde distintos sectores políticos internos. El líder de la oposición, Yair Lapid, sostuvo que “no se puede conceder un indulto a Netanyahu sin una admisión de culpabilidad, una expresión de remordimiento y una retirada inmediata de la vida política”. En la misma línea, Yair Golan, jefe del partido Demócratas, declaró: “Solo alguien culpable pide un indulto, después de ocho años de juicio y cuando los casos en su contra no se han derrumbado.”A la espera de una definición presidencial, el eventual indulto se suma a un proceso judicial que, más allá de su desenlace legal, continúa marcando el debate público en Israel y profundizando una división política e institucional.

