Kavod haMet: el precepto judío de honrar la vida, incluso en la muerte
ZAKA nace de una necesidad concreta: después de atentados y accidentes, restos humanos dispersos por el lugar quedaban sin reconocimiento y sin entierro adecuado. Su nombre —Zihuy Korbanot Ason, “Identificación de Víctimas de Desastre”— resume su tarea. Formalmente constituida en la década de 1990, la organización creció a partir de jóvenes religiosos que comprendieron que la preservación de la dignidad del muerto es un mandato máximo en la tradición judía: “Para salvar a los vivos, para honrar a los muertos”. Desde entonces, ZAKA se convirtió en la estructura principal en Israel para la recuperación, embalaje y documentación de restos humanos tras atentados, accidentes y desastres naturales. Una tarea sagrada: la halajá y el deber humanPara muchos voluntarios, lo que hacen es la mitzvá suprema: devolver al fallecido la posibilidad de inhumación completa y respetuosa. La norma religiosa que exige enterrar a un difunto “lo más entero posible” impulsa la minuciosidad: buscar hasta el último fragmento, identificarlo, reunirlo y entregarlo a sus familiares o a las autoridades competentes. Esa exigencia técnica y moral convirtió a ZAKA en un puente entre la ley religiosa, la medicina forense y las fuerzas de seguridad. Las descripciones de quienes hacen el trabajo hablan por sí solas. Voluntarios de ZAKA se entrenan para entrar a escenarios que otros no pueden soportar: restos humanos, escenas de violencia extrema, cadáveres desmembrados. En entrevistas recogidas por organizaciones y medios, los rescatistas cuentan la carga emocional y la disciplina necesaria. Yossi Landau, veterano de ZAKA, lo resume en frases repetidas en reportes: su misión es recuperar cuerpos para que los familiares tengan a quién llorar y enterrar. “En el judaísmo, una persona debe ser enterrada completa. Recuperamos lo que podamos; es la mayor mitzvá que puedes hacer por otro”, explicó en una crónica. Human Rights Watch entrevistó a diez voluntarios que sirvieron tras el 7 de octubre y documentó el peso psicológico que cargan: describen escenas que “no se borran” y la sensación de cumplir una función esencial cuando todo lo demás parece desmoronarse. El 7 de octubre: una labor que se volvió centralZAKA no es improvisación: sus brigadas reciben formación en identificación forense, primeros auxilios, procedimientos de preservación de restos y coordinación con policía y fuerzas de emergencia. La organización opera en decenas de distritos y cuenta con unidades reconocidas por el Estado; además, mantiene presencia internacional y ha sido desplegada en catástrofes fuera de Israel en misiones humanitarias. Antes de octubre de 2023, ZAKA ya era conocida por su trabajo en atentados e incidentes masivos; tras el 7/10 su actividad se multiplicó tanto en volumen como en visibilidad. Dicho ataque, colocó a ZAKA en un rol especialmente público y desgastante. Tras las escenas de violencia y los secuestros masivos, los equipos se movilizaron a numerosos frentes para recuperar restos y ayudar en la identificación de víctimas. La magnitud y crudeza del atentado —con civiles asesinados en terreno abierto, cuerpos dispersos y heridas atroces— exigió una intensidad de trabajo pocas veces vista. Human Rights Watch y otros informes recogieron las experiencias de los rescatistas que, a su vez, fueron la primera línea para dar dignidad a las víctimas en medio del horror. Cuando han ocurrido intercambios entre Israel y Hamas —ya sea de prisioneros, rehenes o cuerpos— ZAKA ha estado presente en la recepción, la identificación y la documentación de las víctimas devueltas. La recuperación de cuerpos entregados o recuperados por las fuerzas implica una cadena de custodia estricta y un abordaje que combina forense, religioso y diplomático. Informes sobre la devolución de cuerpos —como la cobertura sobre la recuperación de rehenes fallecidos— subrayan el papel de ZAKA: identificar, verificar y devolver los restos a familias en condiciones de respeto y certificación. En mayo de 2024, cuando se recuperaron cuerpos de rehenes, medios documentaron la llegada de los restos, la participación de equipos forenses y las familias que recibieron a sus seres queridos; ZAKA formó parte de ese proceso de restitución y reconocimiento. El costo humano: trauma, recogimiento y sentidoQuienes trabajan en ZAKA insisten en que el trabajo no es “heroísmo” exhibido, sino servicio a la humanidad y cumplimiento de un mandato. A la vez, reconocen el peso del trauma: meses después de los episodios más duros llegan las emociones. Voluntarios hablan de noches sin dormir, de recuerdos que invaden la vida cotidiana, y de la necesidad de apoyo psicológico. La organización, por su magnitud y visibilidad, también ha sido objeto de donaciones y apoyo público que permitieron sostener la operación intensiva después de octubre, cuando la demanda fue extrema. La exposición pública y el trabajo en zonas conflictivas han traído también debates: cómo coordinar con fuerzas militares, cómo asegurar la cadena de custodia en contextos bélicos, y cómo proteger la salud mental de los voluntarios. Informes de derechos humanos señalaron que la visibilidad de ZAKA en la escena hizo que sus voluntarios fueran entrevistados y que sus relatos sirviesen para documentar crímenes; al mismo tiempo, la organización ha debido administrar una enorme presión mediática, logística y emocional. El gesto que sostiene: memoria, dignidad y justiciaZAKA encarna una confluencia singular: ley religiosa, ciencia forense y acción comunitaria. Su labor recuerda que, aun en la violencia más extrema, el reconocimiento del cadáver, su identificación y su entierro respetuoso son formas de resistencia moral: una manera de afirmar que la humanidad de la víctima no se pierde, que cada nombre cuenta. Para las familias, la identificación y la entrega de restos es una etapa clave del duelo; para la sociedad, es prueba y memoria. El trabajo de ZAKA no es solo técnica: es un gesto ritual y humano que sostiene a la comunidad en los días más oscuros. Mientras los debates políticos sobre guerra y seguridad continúan, en los escombros y en las morgues hay personas que buscan fragmentos, fotografían, documentan y devuelven. Son voluntarios que recuerdan la enseñanza clásica: honrar al muerto es honrar a la vida. En ese puente entre la ley, la ciencia y el corazón, ZAKA sigue recogiendo —literal y simbólicamente— lo que queda de nosotros, para que nuestras historias no se pierdan en la violencia. RECUADROS: Citas de voluntarios de ZAKA tras el 7 de octubreEstas citas muestran no solo la brutalidad del 7 de octubre, sino el compromiso profundo de los voluntarios de ZAKA: llevar dignidad, consuelo y cierre a familias destruidas, aun frente al horror. Son voces que recuerdan que cada cuerpo cuenta, cada nombre importa, y cada acto de rescate es una plegaria hecha acción."Les digo a los voluntarios que estamos en una misión. Es una misión sagrada. Está en nuestra religión... Vamos a lograr que todos tengan una tumba y un lugar donde su familia pueda venir y decir una bendición y dar una bendición". Yossi Landau (Jefe de Operaciones del sur de ZAKA) Líder del equipo que coordinó recuperación de cuerpos tras los ataques, incluyendo zonas rurales y comunidades al sur. (AJC)"No tenía idea de por dónde empezar... Descubrí que el hombre recibió un disparo en la cabeza. Después de eso, levanté la cabeza y comencé a ver cuerpos esparcidos por la carretera de izquierda a derecha”. Jamal Waraqi (Voluntario árabe-israelí de ZAKA). Estuvo en la ciudad de Sderot, una de las primeras ciudades atacadas; describe el shock inicial al llegar a escenas de masacre. (Times of Israel)"Nunca habíamos visto algo así, ni en escala ni en brutalidad". Eli Turjeman (Voluntario veterano de ZAKA). Trabajó en el centro forense tras el 7 de octubre identificando cuerpos, comparando con otros desastres previos; su testimonio resalta la magnitud emocional del evento. (ynetglobal)“No se puede borrar lo que vimos allí... Es algo que la mente de una persona normal no puede manejar”. Elchanan Shachaf (Voluntario de ZAKA). También en las operaciones de identificación en Shura base y otras zonas; su frase refleja el trauma persistente que enfrentan quienes hacen este trabajo. (ynetglobal)“El siete de octubre había este camino maldito, el camino 232. Era imposible seguir conduciendo. Todo el camino condujimos entre los autos de las víctimas, docenas de ellos”. Oz Avizov (comandante de la unidad de resiliencia de ZAKA). Dirige programas de apoyo psicológico y resiliencia para los voluntarios; recuerda escenas de carreteras llenas de autos de víctimas tras el ataque. (Zaka)“Los eventos a los que estuvieron expuestos estaban en una escala que nadie había encontrado antes... Hay recuerdos que nunca podremos borrar”. Atzmon Meshulam (Líder del departamento de resiliencia de ZAKA). Coordina retiros terapéuticos y apoyo psicológico para voluntarios de ZAKA; sus palabras subrayan la magnitud del trauma y la necesidad de ayuda continua. (Times of Israel)

