Daniela Márquez Colodro: “Escribo para acompañar a los jóvenes en los silencios donde nadie los escucha”
Como periodista, debo confesar que entrevistar a una colega y, además, a una novelista de gran trayectoria no es tarea fácil. Existe cierta aprensión —una mezcla de admiración y respeto— que puede volver difícil mantener la distancia necesaria para preguntar y escuchar. Pero con Daniela, todo fluyó con naturalidad. Su calidez, su mirada luminosa sobre el mundo y su forma de entender la literatura hicieron que la conversación se convirtiera en un encuentro por el amor a las palabras y la necesidad de contar historias.En un mundo acelerado y ruidoso, donde los jóvenes a menudo se sienten solos o incomprendidos, Daniela ha encontrado una manera única de acompañarlos: a través de la literatura. Periodista de profesión y autora de cinco novelas juveniles publicadas en Chile, México y Estados Unidos, combina oficio, sensibilidad y una profunda humanidad para abordar temas como la identidad, el duelo, las adicciones, abusos, amistad y la búsqueda de sentido. Su mirada está impregnada de valores que provienen de su historia familiar y de su judaísmo, donde la centralidad del hogar y la memoria tienen un rol esencial. Su obra ha recorrido colegios de todo el país, generando espacios de reflexión, empatía y diálogo en una etapa tan decisiva como la adolescencia. En esta conversación con La Palabra Israelita, Daniela comparte su camino, su método de creación y la emoción de encontrarse cara a cara con quienes leen sus libros.InspiraciónP: Daniela, cuéntanos un poco de tu historia personal y profesional.R: Nací en Santiago y soy trilliza, la única mujer de este particular equipo de tres. Crecer así fue un desafío y un privilegio. Tuve la suerte de hacerlo en un entorno profundamente intelectual: mis padres (Tita Colodro y Antonio Márquez Z”L) trabajaron mucho en comunicaciones y en el mundo académico, y en mi casa siempre hubo libros y música clásica sonando de fondo. Ese ambiente marcó mi infancia y sembró en mí el amor por la lectura, la curiosidad por las historias y la sensibilidad hacia el arte.Tengo dos hijos que están terminando la universidad y que han crecido viéndome multiplicar mis tiempos entre el trabajo, la escritura y el grabado. Y ya los veo replicando el modelo. Los dos estudian y trabajan en lo que les apasiona. Ellos son mi gran orgullo.En lo profesional, estudié periodismo y desde hace más de diez años trabajo en el Ministerio de las Culturas, donde lidero las comunicaciones internas y las relaciones institucionales. En paralelo, llevo 17 años dedicada a la literatura juvenil, con cinco novelas publicadas en Chile, México y Estados Unidos, con Planeta y Zig-Zag. Además, soy grabadora desde hace más de dos décadas y hace unos días estuve en una exposición colectiva con el Taller Lautaro en Casa Plan, en Valparaíso.Entre mi familia, el ministerio, la escritura y el grabado, siempre estoy en movimiento, y siempre voy a encontrar la manera de robarle horas al reloj.P: ¿Por qué comenzaste a escribir y por qué escogiste hacerlo para adolescentes?R: Cuando estaba en 5° básico, me costaba enganchar con lo que nos daban como lectura en el ramo de Castellano, que se llamaba así en ese entonces. Mi primer colon irritable fue cuando no pude terminar de leer “Perico trepa por Chile”. ¡Perdón Marcela Paz y Alicia Morel! Me costó terminarlo, y para mi sorpresa, no fui la única del curso. Entonces, un día le dije a una de mis amigas, con las que compartía el banco, “Cuando sea grande, voy a ser escritora”, pensando en crear historias más cercanas y de lectura más ágil. Lo decreté, y cumplí esa promesa. Primeras novelas y motivacionesP: En tus libros siempre hay un trasfondo humano muy fuerte. ¿Cuál fue el punto de partida para tu primera novela?R: Desde el comienzo tuve claro que quería acompañar a los adolescentes en sus temas más profundos. Mis libros son, para mí, una especie de “literatura de acompañamiento”. No quería solo entretenerlos o llenarles la cabeza de fantasías. Quería meter los pies en el barro y ver qué salía de ahí. Así, salieron temas como bullying, trastornos alimentarios, sexualidad, conflictos familiares, abandono, incomunicación con los padres, enfermedades crónicas, identidad de género, abusos, duelos, traiciones. El desafío ha sido siempre cómo narrarlos sin convertir la historia en un drama insoportable. Mi fórmula es el humor, la música y los referentes culturales de los propios jóvenes. Los protagonistas suelen ser amables y entrañables, un equilibrio necesario frente a la dureza de lo que enfrentan.P: ¿Tienes rituales o métodos de trabajo a la hora de escribir?R: Nada de rituales, ni planificación rígida. Lo que tengo es un enano que vive en mi cabeza. Él me va dictando ideas de posibles historias, sus giros, sus personajes, familias, y conflictos. Y cuando una idea se instala de verdad, investigo, leo, entrevisto a gente, hasta que la historia toma forma. Mientras tanto, el enano insiste desde su mecedora. Y cuando ya está insoportable y no me deja ni leer, me siento a escribir. La verdad es que él dicta y yo transcribo, jaja.Identidad y creación literariaP: ¿Tu historia familiar o tu judaísmo se reflejan en tus libros?R: Mi biografía personal no aparece en mis novelas. Me impuse no escribir sobre mí misma. ¡A quién podría interesarle mi vida! Lo que me apasiona es inventar mundos completos.El judaísmo, en cambio, atraviesa todo lo que hago, sobre todo en la centralidad de la familia en la vida. Desde mi primera novela decidí que cada historia incorporaría una colonia distinta, como reflejo del mestizaje chileno: en Si tú me miras y Si tú me escuchas, la alemana; en Sin recreo, la italiana; en Sin azúcar, la china; en Tal como soy, la judía; y la próxima será la japonesa.Tal como soy, publicada en enero, ocurre en plena pandemia, como una manera de no olvidar lo que vivimos y a quienes perdimos. Una de sus protagonistas es Malki (Malkat Ester), una chica judía sefaradí que enfrenta la muerte de su madre a los 12 años. En sus capítulos se respira judaísmo: las cenas de Shabat, la jalá de los viernes, la comida sefaradí y, como homenaje a mi padre —gran amante de la música clásica—, incorporé piezas musicales que los lectores pueden escuchar a través de códigos QR. Ha sido increíble ver que muchos adolescentes escucharon por primera vez un aria, un concierto o un movimiento, gracias a la novela.La otra protagonista es Alicia, quien vive un conflicto de identidad de género. Ese tema lo abordamos con mucha responsabilidad —lo digo en plural porque lo trabajamos el enano y yo—. Finalmente, Alicia acude a un especialista en trastorno de identidad de género, porque quise que el proceso se narrara desde el respeto y la responsabilidad que hay que tener con estos casos, y no desde mis conclusiones personales.Personajes y estilos narrativosP: En Si tú me miras y Si tú me escuchas trabajaste el primer amor desde miradas distintas. ¿Cómo fue ese proceso?R: Fue mi primera novela y quise jugar con la estructura. Catalina cuenta un año escolar desde marzo a diciembre, y luego Gabriel narra el mismo periodo, desde su perspectiva. Así se ve lo distintas que son las percepciones de hombres y mujeres en una misma situación. El desafío era en la forma, pero además en el fondo. Crear otros personajes que se relacionaran con los protagonistas, con otros conflictos propios de la edad, como el primer deseo, el desarrollo, la incipiente aparición de trastornos mentales en algunos personajes, la relación con los padres, la amistad, eran decisivos. Además, era mi primera novela. Fue genial, y lo pasé muy bien. Escribir sobre el primer amor, además, fue un homenaje a todos los primeros amores de todos los tiempos.P: En tu obra más reciente, Tal como soy, se percibe más madurez. ¿Qué cambios notas en tu escritura?R. Han pasado 17 años desde mi primera novela, y en ese tiempo he recorrido muchos colegios, he conversado con cientos de jóvenes y he leído sin parar. Toda esa experiencia me transformó también como autora. Hoy escribo con más profundidad, con más matices y con la certeza de que los adolescentes merecen ser retratados en toda su complejidad. En Tal como soy los personajes son más honestos, los padres más reales —lejos de la versión idealizada—, porque me interesa mostrar la vida como es, sin disfraces. Mi propuesta ha sido derribar esa imagen edulcorada que nos impuso Disney y acercarme a una literatura que acompañe de verdad.P: Tus personajes suelen ser complejos, con silencios y contradicciones. ¿Cómo los construyes?R: Primero elijo la historia que quiero contar. A partir de ahí, creo personajes verosímiles, coherentes con el conflicto. No puedes inventar una víctima de bullying que lo tenga todo resuelto, porque no se sostiene. Trabajo mucho el mundo interior: dudas, miedos, silencios. Hace años que leo literatura japonesa, a Haruki Murakami, Banana Yashimoto, Yukio Mishima, Yasunari Kawabata, y tantos otros, y de todos ellos rescato que los personajes piensan, reflexionan y sienten, más de lo que dicen. La primera vez que leí a Murakami entendí que el acento estaba en el mundo interior de sus protagonistas, más que en la historia. Fue el clic que necesitaba para lanzarme con mi primera novela. Compromiso con los jóvenesP: Eres muy activa en la difusión de la lectura en colegios. ¿Qué te impulsa a estar ahí, frente a los alumnos?R: Porque ahí ocurre la verdadera magia. La publicación y luego la adopción de mis novelas en los colegios son parte de la cadena, pero el círculo se cierra en la visita. Lo hago desde mi primera novela y he recorrido todas las regiones del país escuchando a mis lectores. Me importa mucho estar con ellos, hacer la bajada, saber qué les pasó con los personajes, las historias, los giros, pero en persona, mirándonos a los ojos, y responder sus preguntas, escuchar qué les preocupa, en qué escena lloraron o se enamoraron. Ahora que te lo digo, me emociona.P: ¿Qué experiencias en esos colegios te han marcado más?R: Han sido años de visitar mundos muy distintos. Y si tuviera que definir qué es lo que más me ha conmovido, lo primero es la soledad. Esa soledad que se ve desde el chico que llega a su casa y está la nana para atenderlo, porque sus padres están muy ocupados, hasta el chico que lleva la llave de su casa en el bolsillo de la mochila, y no hay nadie esperándolo, y que desde pequeño se atiende solo. Estamos hablando de una soledad profunda, que cala los huesos. De esa soledad mala compañera.Ahora, es un hecho que mientras más vulnerable es el colegio, hay vidas más difíciles. Niños que solo comen cuando van al colegio, porque en su casa no hay; que viven hacinados, con padres con adicciones, sin recursos para tratarse, o con problemas de salud mental, sin ser atendidos. Esos entornos son bastante más violentos de lo que podemos imaginar. Niños cuyos padres están presos, muertos, o simplemente se fueron. Que viven con abuelos, vecinas, o con alguien que se hizo cargo de ellos. Muchas veces separados de sus hermanos. He estado con chicas embarazadas en séptimo básico. Chicos que me cuentan que no saben cómo hablar de su homosexualidad con sus padres. Chicas que me abrazan y me dicen “tía” y lloran en mis brazos porque no saben cómo terminar con parejas que las maltratan. Y tienen 12, 13 años. Son realidades que he podido conocer gracias a este hermoso oficio de escribir. Realidades que superan la ficción. Ha sido un camino lleno de emociones, y me siento bendecida de estar ocupando este espacio. De haberlo creado para acompañarlos, aunque sea con una novela que van a leer una vez, y en una visita que ocurrirá una sola vez. P: ¿Cómo reaccionan los estudiantes al verte en persona?R: Ese momento para mí es muy especial. La mayoría de las veces, la charla ocurre en la biblioteca. Imagino que esperan que llegue una señora con moño, traje de dos piezas y maletín. Y llego yo. Y cuando me ven llegar… los ojitos les brillan, te muestran el libro, te saludan con la mano, muy emocionados. Me ha pasado llegar y ver un muro pintado con una de mis portadas, o una puerta; llenan los pasillos con exposiciones hechas por ellos, hacen marcadores de libros, en fin. Las mamás preparan un queque, o alfajores de regalo hechos por ellas, y siento un cariño y un agradecimiento enormes. Lo mejor es cuando la charla se vuelve catártica. Eso pasa mucho con Sin recreo. Víctimas y victimarios se reconocen y se comprometen a cambiar. En Sin azúcar logramos empatía hacia los compañeros con enfermedades crónicas. En fin… ese contacto es lo más valioso. Al final, no escribo para mí, ni para que me elogien: escribo para acompañar a los adolescentes en esa etapa tan compleja, pero a la vez esperanzadora.Futuro y cierreP: ¿Qué proyectos literarios tienes en camino?R: El enano sigue sin soltarme. La próxima novela abordará las adicciones y el espectro TEA. La colonia será japonesa y tendrá guiños al manga, después de mi viaje reciente a Japón, donde además de conocer fui a estudiar esa cultura, a sus jóvenes. Pero antes, debo terminar las obras de la exposición de grabado. Non stop.P: Además de todo lo que haces, das talleres literarios. ¿Cómo lo haces?R: Comencé a hacer talleres literarios en pandemia y desde entonces me enamoré de esa experiencia. Este año, por primera vez no pude realizarlos: entre la promoción de Tal como soy, la exposición de grabado y todo lo que estoy leyendo e investigando para la próxima novela, simplemente no hubo espacio. ¡Además, trabajo 44 horas semanales en un ministerio! Es una verdadera locura. Para el 2026 quiero retomarlos con fuerza. Mis talleres son semanales, pequeños, de 5 a 10 personas como máximo, porque me interesa acompañar de cerca la evolución de cada uno. Ver a alguien que nunca había escrito, pero que siempre soñó con hacerlo, entregar sus primeros textos, es una maravilla. Ese es el regalo más grande. El día debería tener 28 horas, ¿no crees?P: Si pudieras dejar un mensaje a los jóvenes, ¿cuál sería?R: No me gusta dar “mensajes”. Prefiero decir que escribo para acompañar. Vivimos tiempos difíciles, con padres ausentes o sobre exigidos, en medio de violencia, inseguridad y presión social. Si mis historias ayudan a que un joven se reconozca, se quiera, se respete y sienta que no está solo con sus problemas, me siento realizada. Daniela Márquez Colodro no escribe desde la distancia, sino desde la cercanía y la escucha. En cada historia, en cada encuentro en un colegio, reafirma su convicción de que la literatura puede ser un refugio y una herramienta de transformación. Su compromiso con los jóvenes y su sensibilidad artística —nutrida de su historia familiar, su judaísmo y su mirada sobre el mundo— la convierten en una voz imprescindible dentro de la literatura chilena contemporánea. Como ella misma dice, no busca entregar mensajes, sino acompañar. Y en tiempos donde tantas voces se apagan, eso ya es un acto de amor y resistencia.Crédito del fotógrafo Foto de Daniela Márquez: David Gómez