Desde el desierto de Yehudá: y la construcción de un hogar en Israel
De Santiago al corazón del desiertoCuando Michelle Saraga, Haichelis de soltera, recuerda su infancia en Chile, lo hace con gratitud. Creció rodeada de comunidad, impregnada del espíritu sionista que marcó a toda una generación de jóvenes judíos. “Crecimos insertos en una kehilá maravillosa”, cuenta. “A través de las tnuot y el colegio hebreo se nos enseñó un amor por Israel muchas veces más grande que el de los propios israelíes”.Ese vínculo, sembrado desde niña, floreció con fuerza años más tarde, durante su viaje de estudios a Israel. “Sentí que este era mi lugar”, confiesa. “Me tomó tiempo tomar la decisión, pero poco a poco mi familia fue viniendo: primero mi hermana, luego mi mamá y mis otros hermanos. Eso me dio el empujón final para hacer Aliá”.En 2009, Michelle dejó atrás Santiago y comenzó una nueva vida en el Medio Oriente. Hoy vive en Cfar Eldad, un pequeño ishuv enclavado en Gush Etzion, en pleno desierto de Yehudá. Allí, junto a su esposo colombiano y sus dos hijos —Avital, de 12 años, y Gabriel, de 9—, ha construido no solo su hogar, sino también su propio emprendimiento familiar: una empresa dedicada a la construcción y el diseño.Adaptarse y reconstruirseEl camino no fue fácil. “El proceso es duro, lleno de desafíos”, reconoce. Aunque había estudiado en el Colegio Hebreo y contaba con una base en el idioma, enfrentarse a la vida cotidiana en Israel fue una historia completamente distinta. “Tenía un hebreo básico que me sirvió para empezar, pero me tomó varios años sentirme segura para trabajar en mi profesión”.Durante ese tiempo, Michelle hizo de todo: limpió casas, trabajó en restaurantes, abrió un pequeño gan (jardín infantil) y poco a poco retomó su carrera como arquitecta. “Comencé con proyectos pequeños, y con el tiempo, a punta de perseverancia, fui creciendo. Hasta el día de hoy sigo construyendo mi camino”, dice con una sonrisa que mezcla orgullo y humildad.La vida en Israel, asegura, es intensa. “El israelí es apasionado, directo, fuerte. Todo se vive con intensidad. Pero al mismo tiempo, hay un sentido de comunidad y de propósito que no se compara con nada. Acá realmente me siento en casa”.Pertenecer a una tierra y a un puebloEl entorno donde vive refuerza esa conexión. Gush Etzion es una zona profundamente simbólica, marcada por la historia del pueblo judío y su retorno a la tierra ancestral. “Vivimos en un ishuv donde el amor por Israel es lo principal. Mis hijos crecen día a día amando esta tierra. El respeto y agradecimiento hacia los jayalim (soldados) que dan su vida para que podamos vivir es incondicional. Todo eso nos da un sentido de pertenencia muy fuerte”, relata.Para Michelle, criar hijos israelíes es una de las mayores satisfacciones de su vida. “No hay nada más gratificante que verlos amar su país, sentirse parte de su historia, hablar su idioma y crecer sabiendo que están construyendo el futuro de Am Israel”, dice con emoción. “Siento que formar mi familia aquí es el logro más importante que he tenido”.Desafíos cotidianos y resilienciaLa adaptación cultural también ha tenido sus momentos difíciles. “El israelí es gritón, muchas veces no le interesa darte un buen servicio, y caer en el hospital ha sido toda una prueba de paciencia”, confiesa riendo. Pero rápidamente añade: “Al final uno se adapta. Uno aprende a entender que detrás de ese tono fuerte hay un corazón enorme”.Los desafíos, explica, son constantes: “Partiendo por el idioma, que el de mis hijos no es el mismo que el mío”, dice entre risas. Pero a pesar de todo, siente que el país acoge y acompaña a quienes llegan. “Israel está cada día más comprometido con los olim jadashim. Hay una red de apoyo que te sostiene. El israelí, cuando ve que luchas, te tiende la mano”.Una fe compartida en el futuroMichelle no ignora los tiempos difíciles que vive el país, marcados por tensiones internas y amenazas externas. Pero en su voz hay esperanza. “Me gusta sentir que acá pertenecemos, que tenemos algo muy fuerte por lo que luchar. Israel atraviesa momentos duros, con mucha división interna, pero creo que el sentido de pertenencia nos va a ayudar a salir adelante. Solo si estamos unidos podremos enfrentar los desafíos como pueblo”.Su mirada se ilumina cuando habla de la vida diaria en Israel: “Es un país pequeño, pero lleno de vida. Hay una energía única, una mezcla de idiomas y culturas que se siente en cada esquina. Israel es un poco de cada olé jadash, un mosaico donde cada persona que llega aporta algo de sí misma”.“Israel es nuestro hogar”A quienes sueñan con hacer Aliá, Michelle les deja un mensaje simple pero profundo: “Que se vengan. Este es su hogar. Israel es un lugar tan pequeño y tan hermoso, y aquí pertenecemos”.Y concluye con una frase que resume su historia y su sentir: “Israel no es solo un país. Es una historia viva que elegimos habitar cada día, con esfuerzo, con amor y con fe”.Ficha de la EntrevistadaNombre completo: Michelle Saraga (Haichelis de soltera)Profesión: Arquitecta – especializada en diseño y construcción residencialLugar de residencia: Cfar Eldad, ishuv en Gush Etzion, Desierto de Yehudá, IsraelAño de aliá:2009Familia: Casada, madre de dos hijos: Avital (12) y Gabriel (9)Emprendimiento: Cofundadora de una empresa familiar dedicada a la construcción y el diseño arquitectónico en IsraelFormación: Título de Arquitectura obtenido en Chile, Estudios en el Colegio Hebreo, donde aprendió hebreo y desarrolló su vínculo con el sionismo y la identidad judía, diversos cursos de diseño y gestión de proyectos en IsraelIdiomas: Español, hebreo e inglésValores que la inspiran: Amor por Israel, unidad del pueblo judío, esfuerzo personal y sentido de pertenenciaFrase destacada: “Israel no es solo un país. Es una historia viva que elegimos habitar cada día, con esfuerzo, amor y fe”.