publicado hace 3 días
Max Colodro: La trama de Israel
¿Es posible terminar con la ofensiva militar de Israel en la franja de Gaza y evitar que la innegable crisis humanitaria que golpea a su población siga profundizándose? Sí, es posible. Para ello se necesitan que Hamás libere a los secuestrados y deponga las armas. Si el grupo islámico rechaza estas condiciones, quiere decir que su voluntad es seguir en guerra y, en ese caso, Israel no tiene más alternativa que continuar. A estas alturas, pareciera que un sector importante del planeta no recuerda -o prefiere no recordar- que esta guerra es consecuencia de la mayor masacre de población israelí desde 1948. Un pogrom, con mujeres violadas de la manera más salvaje posible, para ser después asesinadas junto a niños y bebés, adultos y ancianos, en las formas más monstruosas imaginables. Los cuerpos de muchas de esas víctimas fueron luego llevados a Gaza y exhibidos como trofeos, en medio de vítores de la multitud. A su vez, se secuestró a más de doscientas personas, de los cuales más de un centenar siguen en cautiverio. Ese, y no otro, es el comienzo de lo que hoy ocurre en Gaza. ¿La magnitud de ese horror dio licencia a Israel para cualquier tipo de respuesta? Por supuesto que no. Las FF.AA. israelíes están obligadas a cumplir con las normas internacionales para tiempos de guerra; en primer lugar, resguardar a la población civil y garantizar el acceso a la ayuda humanitaria. ¿Por qué entonces ha habido tal cantidad de víctimas civiles? ¿Es posible que Israel no haya sido todo lo precavido que cada acción militar exigía? Sí, es posible; lamentablemente, es algo frecuente en situaciones de conflicto armado. Con todo, no es esa la razón principal que explica el enorme daño causado ahora a la población civil en Gaza. La verdadera razón es que, desde hace más de quince años, Hamás viene cometiendo un crimen de guerra, a vista y paciencia del mundo, con el silencio o la complicidad de organismos internacionales, incluso agencias de la ONU y medios de comunicación. Durante este tiempo, Hamás ha invertido miles de millones de dólares para instalar su infraestructura militar en recintos civiles: universidades, hospitales, escuelas y zonas residenciales. Esto es un crimen de guerra, que debió ser denunciado y condenado desde siempre, pero eso no pasó. Miles de funcionarios internacionales acreditados en Gaza durante años, ¿no vieron lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos? Los periodistas que han vivido e informado desde la franja. ¿nunca vieron ni supieron nada? Y los propios habitantes, ¿no se daban cuenta que sus colegios y hospitales, almacenes y barrios, estaban siendo usados por su gobierno para instalar estructuras y pertrechos militares? ¿Ninguna de las agencias acreditadas en Gaza, ninguna cadena de noticias, ningún organismo de derechos humanos, se dio cuenta de nada? Se construyeron más de 700 kilómetros de túneles para instalar armamento, ¿y ningún habitante ni ningún funcionario extranjero se percató que se estaba utilizando a la población civil como “escudos humanos”? Pues bien, eso fue exactamente lo que ocurrió. En octubre pasado, Hamás comete una atroz masacre de población civil en Israel y la respuesta, obviamente, no podía no ser de carácter militar. El problema es que, en Gaza, no se puede disparar contra la capacidad militar del grupo islámico sin dañar a civiles, porque esa capacidad fue instalada para que, al tenerla como objetivo, se atente contra la población. En rigor, el alto número de víctimas inocentes era parte de la estrategia militar de Hamás, cuyo fin es conseguir siempre que, cualquier respuesta militar israelí frente aun ataque, por controlada que sea, provoque una ola de condena mundial por el enorme costo impuesto a los civiles. Y así ha sido: una parte importante de la opinión pública hoy se muestra indignada frente a la respuesta militar de Israel ante la masacre del 7 de octubre. Pero los que ahora declaman en foros internacionales y marchan en muchas ciudades del mundo condenando a Israel y exigiendo un “alto al fuego”, nunca levantaron la voz para denunciar a Hamás por instalar su infraestructura militar, su armamento y pertrechos, entre los civiles. Todos guardaron silencio, teniendo muchos de ellos la obligación de saber lo que estaba ocurriendo y de denunciarlo. De algún modo, poner ahora el grito en el cielo luego de haber hecho caso omiso, es para muchos una forma de expiación, de eludir responsabilidades frente al drama humanitario en Gaza. En otros, no es más que una muestra de sincera complicidad.