Una visión desde el judaísmo masortí
Por Michelle Hafemann
Rabino Ariel Sigal:

Rab Ari, en momentos en que se discute la Ley de Matrimonio Igualitario en el Senado, ¿puedes comentarnos cuál es la posición del judaísmo masortí respecto del matrimonio entre personas del mismo sexo?
-Sabemos que llevará tiempo que nuestras congregaciones y otras ramas del movimiento conservador desarrollen un consenso sobre este desafiante tema. Los conceptos y políticas que hemos defendido representan un cambio radical de actitud dentro del judaísmo como lo hemos concebido. Existe un conflicto genuino entre nuestra antigua idea heterosexual y nuestro imperativo de salvaguardar la dignidad de los judíos LGTB+. Debemos dedicar esfuerzos significativos a la educación en todos los niveles de nuestro movimiento. Debemos enfatizar que incluso aquellos que se oponen al razonamiento halájico y piskei din siguen obligados a mostrar compasión por sus compañeros judíos LGTB+. Lo que alguna vez pareció un rechazo voluntario del ideal de matrimonio heterosexual de la Torá, ahora se entiende como un profundo deseo de los judíos gays y lesbianas de santificar sus vidas y establecer familias fieles guiadas por la luz de la Torá.
Al abordar este desafío, estamos decidiendo salvaguardar la integridad tanto del sistema halájico, que es nuestro mecanismo para seguir las enseñanzas de D-s, como también la dignidad de nuestros semejantes, hombres y mujeres, que son creados a la imagen misma de Dios. En este sentido, existe la práctica de Brit Ahavá –Pacto de Amor- (como análogo de la Jupá VeKidushin), que preserva como institución completamente nueva en la ley judía y trata no solo las ceremonias e instrumentos legales apropiados para crear uniones homosexuales, sino también las normas para la disolución de tales uniones.
¿Cuál es el estatus que tienen los hijos nacidos de matrimonios del mismo sexo según la corriente masortí?
-Como rabinos, tenemos que darles a los niños una identificación legítima como judíos desde el principio. Si una pareja se siente cómoda, apoyada y bienvenida, sus hijos se sentirán positivos acerca de la comunidad judía y se identificarán fuertemente. Una congregación y una comunidad que pueda aceptar a las parejas homosexuales permitirá que sus hijos se sientan cordiales por su afiliación. Como judíos, cuando brindamos educación judía de primer nivel, debemos dejar en claro que la constelación familiar -como sea que se vea- se afirma como una forma de vida judía, en donde son considerados miembros de pleno derecho de nuestra comunidad.
Joel Roth, profesor de Talmud en JTS de Nueva York, enseña que la ley judía no prohíbe expresamente la adopción por parte de gays y lesbianas más de lo que objetaría colocar a un niño con una familia que profana Shabat. En este sentido, adoptar es una mitzvá profunda y generosa. Si hablamos de fertilización in vitro, entonces el canon halájico definido por el vientre materno asigna status al niño o niña nacida. En esa circunstancia, la mujer tiene ventaja de concebir la herencia judía mientras que el hombre puede optar por fortalecer la identidad a través del baño ritual.
¿De qué forma la comunidad ha hecho un esfuerzo por acoger a los matrimonios del mismo sexo?
-El “Committee on Jewish Law and Standards” Masortí declaro en el año 2006 que la aceptación o rechazo a la homosexualidad puede escindir totalmente al movimiento. Tenemos una contradicción porque no es judío que se legisle sobre algo que no se puede cambiar. Peor aún, es impropio que la Halajá castigue por ello. Lo único que está claro es que las respuestas no son conclusivas y no podemos apresurarnos a las decisiones. No podemos darnos el lujo de perder a ningún judío sea la razón que fuere, por ello con jesed –benevolencia- y ahavá –amor- debemos integrar a la comunidad LGBT+ en nuestras comunidades. En una segunda instancia, nos preocuparemos por el planteo sobre derechos y obligaciones existentes como judíos.
¿Qué dice nuestra tradición respecto de la participación de personas LGBT+ en la vida comunitaria?
-El decreto bíblico en Vaikrá 18 es tajante en la prohibición de la práctica, pero no en los sentimientos internos. La misma premisa rige en una relación heterosexual, donde por tzniut –recato- se prohíbe difundir abiertamente su práctica. Ahí debemos entender que la homosexualidad en tiempos bíblicos es equiparada directamente con la sodomía y los actos pecaminosos. Es decir, no hay libre elección.
Hoy día, comprendiendo que la Torá tiene origen divino más su interpretación tiene tinta humana, tenemos que reconsiderar esta evaluación de la homosexualidad como algo moralmente despreciable. Sociológicamente vemos que las instituciones de género, amor, familia y sexualidad no están encaminadas por la misma dirección y debemos estar atentos para dar la respuesta judía más adecuada sin herir las Creaturas Divina. Las uniones homosexuales y el estudio de Torá, simplemente no aplica al adulterio, el incesto, la bestialidad, la violación o cualquiera de las otras prohibiciones de los actos sexuales en la Torá. La tradición se opone a la promiscuidad y hacer pública la vida privada en este aspecto. D-s juzga el compromiso con Tikun Olam y mitzvot y no estatus LGBT+. En los últimos años, ha habido una mayor conciencia de la presencia LGTB+ en las comunidades judías más tradicionales. Y este debe ser el camino de continuar, incorporándolos a la vida comunitaria y no desagregarlos.
Rossana Malchuk y María Inés Espinosa: “Creemos que es importante dejar de lado las creencias personales al legislar respecto de cosas tan importantes como la igualdad de derechos de las personas”

Rossana Malchuk y María Inés Espinosa son pareja desde hace ocho años, firmaron el Acuerdo de Unión Civil y concibieron juntas a Max. Para ellas, este proyecto permitirá que su hijo tenga los mismos derechos que el hijo o la hija de una pareja heterosexual, lo que debiera –en todo caso- ser indiscutible.
“Este es un proyecto que busca igualar el acceso al matrimonio civil a parejas del mismo sexo de la misma forma que tienen acceso las parejas heterosexuales, eso es lo central del proyecto, por eso se llama “igualitario”. Abarca casi todo, incluyendo dos (de los tres) tipos de filiación disponibles para personas heterosexuales, es decir, por reconocimiento (en técnicas de reproducción asistida) y por adopción”, explica Rossana, al otro lado del teléfono. “El porqué del proyecto es que busca proteger a los niños, niñas y adolescentes que ya existen dentro de estas familias, proteger sus derechos y también su identidad familiar. En el fondo, que esa familia sea reconocida tal como es reconocida por un niño o niña puertas adentro, pero puertas afuera, por las instituciones públicas y en todas partes.
Hoy nuestros hijos son los hijos ilegítimos del siglo XXI, así como lo fueron los hijos nacidos fuera del matrimonio hasta el año 1998, y necesitamos resolver ese problema lo antes posible. Sobretodo, porque nuevamente está basado en el principio de separación de la Iglesia y el Estado.
La noticia del anuncio de la urgencia para el Proyecto de Ley, comenta Rossana, les produjo una molestia inicial, una “primera reacción visceral, como de decir “Bueno, quiere quedar bien, quiere pasar a la historia”, y todas las conclusiones que uno saca en un primer instante”.
Sin embargo, su evaluación posterior fue distinta. “Da lo mismo por qué se está haciendo”, señala María Inés, “lo importante es que se está haciendo porque es lo que corresponde. Y finalmente nosotras siempre hemos considerado que es el proyecto que nos hace más sentido, porque en la base tiene la dignidad de las personas, que no existan ciudadanos de segunda categoría. Además, lo que más nos moviliza es que nuestros hijos tengan los mismos derechos de cualquier niño nacido en nuestro país y que no se le discrimine por la orientación sexual de sus progenitores”.
“Lo que hemos dicho siempre es que los derechos humanos -como el derecho a la identidad familiar de nuestro hijo- no se discuten, no se plebiscitan, no se opinan. Entonces, lo que nosotras creemos que es importante es dejar de lado las creencias personales al legislar respecto de cosas tan importantes como la igualdad de derechos de las personas”, complementa Rossana.
Rabino Alejandro Bloch: “Si una persona quiere tener una vida judía plena, siempre tiene que ser bienvenido”

Para el Rabino de la Comunidad NBI y Decano del Seminario Rabínico Latinoamericano, Alejandro Bloch, hay dos aristas desde las cuales se puede responder a la pregunta sobre el matrimonio igualitario en el judaísmo. La primera, la personal: “Creo que la doctrina de separación de Iglesia y Estado, es una doctrina que fortalece al Estado y a la religión. Y, en ese sentido, el Estado moderno está obligado a que sus leyes puedan acompañar y reflejar su realidad, porque hay dos formas de entender las leyes: como que crean una nueva realidad o que la acompañan. Sea una u otra la forma de entender, desde la filosofía del Derecho, el sentido de la Ley, yo creo que un Estado moderno debe legislar escuchando a todos sus integrantes, a los diferentes grupos y a las diferentes opiniones, pero tiene que tomar una decisión en función del bien común. Y, en este sentido, creo que se debe dar una respuesta a las uniones de personas de mismo sexo. En algún momento se llamaron Unión Civil, pero posiblemente para las personas que tienen una orientación sexual distinta a la heterosexual eso no es suficiente y llamarlo matrimonio, como se está trabajando en Chile actualmente, sea una respuesta”.
Y desde la religión judía, señala, “todas las corrientes, desde comienzo de la década del 2000, trataron también de dar una respuesta”. Tal como señala el Rabino Ari Sigal, el Rab Bloch destaca la relevancia de la responsa del Movimiento Masortí, escrita en el año 2006, cuyo título es “Homosexualidad, dignidad humana y Halajá”. “Es una responsa que habla del lugar de los homosexuales en el judaísmo, cuál es la consideración y la inclusión que hay que tener, y cuál es el respeto que merece la dignidad humana, por sobre toda las cosas, haciendo la distinción de que la Jupá veKidushim es para heterosexuales, pero que debiera encontrarse una forma de reconocer aquellas uniones estables, aquellas tienen que ver con el respeto mutuo, con aquellas personas que conviven y que desean que la fe esté presente también en ese momento”, explica.
“Este documento es un sumamente importante”, agrega el Rabino Alejandro Bloch, “porque sienta las bases del Movimiento Conservador, por supuesto considerando también que cada comunidad toma sus decisiones basadas en la Halajá, en lo que recomienda el Vaad Halajá y en sus características propias, con el liderazgo de cada Rab”. Y señala que en el año 2010 también hubo una declaración muy importante, que se conoció como “Declaración de principios sobre el lugar de judíos con orientación homosexual en nuestras comunidades”, firmada por rabinos ortodoxos que enfrentaban esta pregunta, hablando también del lugar que tienen que tener, de cómo recibirlos en las comunidades, etc.
“En lo particular –comenta el Rab Bloch- no he tenido la experiencia en forma directa, pero mi visión siempre fue la misma: cualquier judío que quiera acercarse a la vida judía, indiferente de que esté en el lugar que esté de su observancia, de su compromiso y de su conocimiento, debe ser recibido como todos los miembros de nuestro pueblo, con amor y descartando los juicios. Nosotros no somos quiénes para juzgar o evaluar la conducta de otras personas; si una persona quiere acercarse a la vida judía y quiere tener una vida judía plena, siempre tiene que ser bienvenido, y esa es la actitud de nuestra comunidad”.