Una leyenda de la pantomima, un héroe de la Resistencia
Por Michelle Hafemann, periodista LPI
Lo que sigue es parte de una conversación de casi una hora y media que sostuvimos con el artista judío francés, en la que habló extensamente de su vida, su historia y su idea de sociedad, vivencias que también son retratadas en la película “Resistance” (2020), protagonizada por Jesse Eisenberg y disponible en algunos países en Amazon Prime. Sin embargo, el contenido de la entrevista que leerán a continuación se mantuvo inédito hasta el día de hoy.
Marcel, su vida y su carrera artísticas son muy conocidas, sin embargo no lo es su historia previa a su fama, en especial su participación en la Resistencia Francesa. ¿Cómo llegó a unirse a la Resistencia?
-Primero que todo, quiero explicar que mi padre era carnicero, y soy de un origen muy popular y humilde, aunque haya sido una buena familia. Mi padre quería ser cantante de ópera y se encontró con que era una carrera difícil, la Primera Guerra estalló en 1914 y -como era un hombre formido- dijo, bueno, voy a ser carnicero. El tiempo pasó, y después de la Guerra continuó siendo carnicero. En nuestra familia había muchos artistas, sobre todo cantantes y músicos, y tengo certeza de que he heredado eso del lado artístico de la familia, y mi padre -habiendo sido carnicero- el siempre me llevaba en la noche a la ópera. A la ópera y al box, es un contraste.
Yo nací en Estrasburgo, en Alsacia, entre Alemania y Francia, y cuando, los nazis tomaron el poder en Alemania, cuando llegó el nazismo, era una especie de infierno que había llegado. Con la declaración de la Segunda Guerra, fuimos evacuados al Sur de Francia. Tengo, por mi familia, orígenes judíos, pero en mi familia hay una mezcla, hay matrimonios mixtos. En la época de Hitler, todos los que tenían algo de sangre judía eran perseguidos.
Me recluté en la Resistencia por convicción, por ciertas ideas socialistas que yo tengo y por la tradición de mi padre. Tenía 15 o 16 años. No fue por mi condición de judío, fue por mis convicciones políticas. Estaba criado en una idea de libertad de libertad y democracia. Mi trabajo consistía en hacer documentos de identidad falsos y tarjetas de alimentación falsas.
Cuando entraron en vigencia las leyes racistas de Vichy, todos los israelitas -como llamaban a los judíos- estaban amenazados. Entonces, muchos entraron en la Resistencia. Y existía una organización que se dedicaba a salvar niños judíos, entre los cuales había niños refugiados de Alemania y que estaban en Francia, que estaban amenazadas. El trabajo consistía en poder salvar a esos niños haciéndolos salir a través de España o a través de Suiza. Era muy peligroso, porque si uno llegaba a ser atrapado en la frontera, no era fusilado, pero sí deportado. Pero cuando eres muy joven tienes mucha valentía, uno se cree inmortal, no piensa en la muerte. Uno es buen soldado a los 20 años, ya no a los 40, menos a los 50.
Mi rol consistía, en esta organización, en ayudar a salvar a estos niños. Mi padre había sido deportado a Auschwitz y nunca volvió, nunca supimos lo que le pasó. En la guerra hubo 55 millones de muertos, en total, si hubo entre ellos una decena de genios, nuestro siglo sería muy distinto en el plano artístico y en el científico. Esta forma de racismo fue de una crueldad terrible, y al mismo tiempo una estupidez, el cristianismo nació del judaísmo, ¿cómo se puede ser antisemita si uno es cristiano?
Estando en la Resistencia no usábamos la estrella de seis puntas, mentíamos y decíamos que no éramos judíos. Hacíamos lo contrario de lo establecido, para salvar un mundo amenazado. Yo recuerdo a muchos camaradas que murieron deportados, fusilados. Pero en la Resistencia, que era como la Legión Extranjera, nunca se preguntaba cuál era el origen de cada uno.
¿Había antisemitismo en Francia antes de la guerra?
-Para nada. Los franceses no conocían ese problema, porque el mismo pueblo era una mezcla.
Por eso, respecto de su pregunta, no se puede decir que estuve aquí, eso esto, hice esto otro, sino que hay que explicar cómo se desarrolla toda una educación que me hizo, me transformó y me llevó a ser Marcel Marceau. Mi nombre real es Marcel Mangel, Marceau era mi nombre dentro de la Resistencia.
Su experiencia de vida en la Resistencia, ¿influyó posteriormente en su trabajo artístico y en sus personajes?
-Después de la guerra, yo no quería hablar de mis orígenes. Quería ser considerado un humanista y no había una razón para reivindicar todo. Yo tenía una pelea interna. Teníamos que salir de este ghetto y ser ciudadanos franceses, de religión judía, de otras religiones o no practicantes. Tener una sensibilidad humana, y no tener una sensibilidad judía o cristiana. Eso es lo que yo pensaba entonces.
Esta Resistencia me llevó a esconderme durante un tiempo porque fuimos sorprendidos por la Gestapo. Y entramos a una casa de niños en París, escondido gracias a un primo mío que trabajaba en la Resistencia, y en esa casa el director era un socialista francés, que no era judío, pero salvaba niños. Eran 80 y tantos niños judíos escondidos entre 80 y tantos niños cristianos. Una denuncia, y todo el mundo estaba deportado. Era un peligro permanente. Al mismo tiempo, yo era un profesor dramático para estos niños, para no perder tiempo, tenía 19 o 20 años en ese tiempo. Más adelante entraría en una escuela de teatro en París, la Escuela Charles Dullin, que era la más grande escuela de teatro. Y llegué a esa escuela con el nombre Marcel Marceau. Lo extraordinario de esta escuela es que, después supe, mucho de los jóvenes que seguían estos cursos dramáticos tenían nombres falsos. Nunca preguntábamos en la administración, nunca hacíamos búsquedas. Un poco como la Legión Extranjera, donde uno entraba aunque fuera un criminal. Y había que olvidar el pasado.
En esta situación, nunca me preguntaron qué religión tenía. Yo era Marcel Marceau. Y fue ahí donde encontré a Etienne Decroux, que era mi maestro de mímica. Había mucha disciplina, era una escuela de teatro parlante. Entonces cursé mis estudios, y en 1944, cuando París estaba liberado, yo seguía siendo alumno, y me enrolé en el Ejército. La guerra todavía no había terminado, y participamos de una campaña en Alemania. La guerra terminó en abril de 1945 y yo me quedé en el Ejército hasta mayo de 1946. Cuando me retiré, decidí consagrarme a la carrera teatral. Pero me di cuenta de que el arte del mimo ya había impresionado mucho, porque en mi infancia tuve un don de mimo sin no saberlo. Yo interpretaban fábulas a los niños, y la hermana de mi madre, mi tía -que era alsaciana- tenía una colonia de niños, de niños que venían de todos lados de Francia, y es ahí cuando empecé a hacer pantomima. El personaje de Bip nació de la influencia de Pierrot y de la pantomima blanca.
Luego entré en la compañía de Jean-Louis Barrault, durante tres años estuve con él y ahí yo decidí crear un personaje, Bip, en el Teatro de Bolsillo de París. Y ya en 1948 lancé mi carrera como mimo.
Su pregunta era muy interesante, usted me preguntó si tuve influencia del pasado. Y la respuesta es no. Tuve que olvidarme y abandonar este pasado, era joven y toda la gente que había sido deportada guardaba silencio. Nadie quería hablar de nada, porque era una pesadilla terrible. Por eso nosotros aspiramos a ser integrados en el país, y reconciliarnos con todos los países. Es por eso que acepté, a pesar de todo lo que me pasó, trabajar en Alemania en 1951. Yo no tenía ningún espíritu de venganza. Para mí, después de la guerra, lo que me interesaba más era hacer teatro. Para mí el arte del mimo fue un símbolo, porque en el silencio había una especie de integración humana. Uno era comprendido por todos los pueblos, no había ningún problema de lenguaje.
El recuerdo de la guerra
“Europa estaba completamente invadida. Uno se pregunta cómo hemos sobrevivido. Y eso es porque realmente existe un D-s. Hubo millones que murieron y yo aún no puedo entender la suerte que tuve de poder inmediatamente después de la guerra seguir y crear un teatro que no existía. Creamos un público, una compañía y mi carrera comenzó. Y en mi repertorio no mostraba sufrimiento”.
Marceau relata en este punto la historia de una de sus obras más famosas: “Bip y la mariposa”. En ella, explica, su personaje corre tras una mariposa y la atrapa, pero al hacerlo, accidentalmente la mata. Cuando la mariposa muere, su movimiento es idéntico al de un corazón humano.
“Siempre me han preguntado por qué hice “Bip y la mariposa” y nunca he podido responderlo. Siempre he dicho que es porque Bip con la mariposa corre detrás de sus ilusiones, tal como la juventud corre detrás de una pelota en el fútbol. El balón también es una ilusión redonda, como la tierra; si yo fuera un psicoanalista podría explicarlo perfectamente (bromea). Pero yo me he dado cuenta de que en los temas que yo abordaba nada salía así por nada, cuando uno escribe es el subconsciente que aflora. Y para mí mi subconsciente era por supuesto mis orígenes, el sufrimiento que nosotros tuvimos, con mi padre que nunca más vuelve y muere, con los millones de padres y niños que han muerto, entonces esta mariposa era eso también. Hay dibujos de los campos de concentración en que los niños dibujaban mariposas antes de morir. La mariposa era un símbolo de libertad y de fragilidad. Nosotros somos efímeros y eternos, pero efímeros como las mariposas".
"Un día, hace dos años, hice una búsqueda y encontré filme que se llama “Al Oeste nada nuevo” (1930), basado en una novela de un alemán, Erick Maria Remarque, que dejó Alemania en el tiempo de Hitler y se fue a vivir Estados Unidos. Y no era judío, es importante decirlo, porque sus convicciones eran anti nazistas. En Norteamérica, siendo un joven en el mundo del cine, se hizo un filme sobre su libro, que era sobre la Primer Guerra Mundial. El héroe de la película era un soldado alemán, que en una escena estaba sentado con su fusil y sobre él, de pronto, ¡paf! Se posa una mariposa. Cuando la trata de atrapar, la mariposa muere. Ustedes me dirán “¿Pero esa es la historia?”, y yo les digo que ahora, hace dos años, me di cuenta de que la mariposa (de la obra de Bip) ¡nació de esta historia! Tenía 14 años, y a los 22-24 años inconscientemente escribo esta historia. En respuesta, el 80% de nuestra vida está marcada por la infancia”.