Un viaje judaico por el mundo
Por LPI
Así relata Mariano Juchnowicz -42 años, argentino, profesión actor e instructor de artes marciales- la aventura que desde marzo de 2019 emprendió con su familia, arriba de una casa rodante, o motorhome, con el plan de recorrer todo el continente americano hasta su límite más al Norte. Casado con la chilena Geraldine Chapochnick -36 años, actriz, doula y creadora de contenido digital- y padres, ambos, de cuatro niños -Yehuda (8), Noam (7), Luba (6) y Maor (3)- decidieron dejar lo material, vendieron todo, hicieron un fondo de ahorro y con eso compraron el vehículo que sería su medio de transporte y su casa, y emprendieron el viaje. “Pensamos que lo peor que puede pasar es fracasar, que saliste y tienes que volver. Y bueno, se vuelve. La vida es así”, dice Mariano desde Barranquilla, Colombia, donde están actualmente.
Partieron desde Buenos Aires rumbo a Brooklyn, Estados Unidos, con sus hijos en una motorhome, dejando casa, trabajo y todo atrás. ¿Qué los motivó a partir en esta aventura?
-Nuestro objetivo inicial en el viaje era llegar hasta Alaska, y Brooklyn era una parada obligada que -de hecho- la queríamos hacer más o menos dentro de estas fechas, a mediados de agosto, porque queríamos llegar a la casa central de Jabad Lubavitch, que se encuentra ahí, en Crowheights, en la casa más conocida como “770, seven seventy”, que es la casa del Rebbe. Estábamos muy entusiasmados con realizar el primer corte de pelo que se le realiza a los niños cuando cumplen tres años, y queríamos hacerlo ahí a nuestro chiquitito, Maor, el más pequeño de todos los viajeros. Era una parada para luego continuar viaje hacia Canadá y Alaska.
Pensamos en Alaska, la última punta de América, por ir hasta el punto máximo donde puedas llegar. Es el límite máximo que nos permite llegar la tierra, y es como un manera poética de decir lo que el mismo nombre de nuestro proyecto indica, “Sin fronteras”, la frontera no solamente significa una barrera entre un país y otro, o algo geográfico que nos divide, también puede ser emocional, sicológico o de límites físicos. Entonces, nos propusimos llegar hasta el último límite de nuestras propias fronteras. Esto es una búsqueda, es un viaje de experiencia.
¿Por qué nombraron a su proyecto “Judaísmo sin fronteras”?
-Tenemos dos proyectos, “Judaísmo sin fronteras” (en Instagram @judaismosinfronteras) y “Familia sin fronteras” (en Instagram @familiasinfronteras), en el primero narramos el viaje desde el ojo y la perspectivas de nuestra experiencia como familia judía en la ruta, y contamos las diferentes comunidades que visitamos, judíos con los que nos encontramos, festividades que celebramos en diferentes lugares. Es una familia que está en un motorhome comiendo kasher, cuidando Shabat y haciendo Tefilá en un volcán, en una montaña, en una ciudad, en un Beit Hakneset, en un Beit Jabad, en una comunidad, solos. Pasamos Pésaj en Sao Paulo (Brasil), Shavuot en Salta (Argentina), Rosh Hashaná y Iom Kipur en Guayaquil (Ecuador), Purim en Barranquilla (Colombia), y así.
Y el otro es un proyecto un poco más abierto, en que narramos el viaje desde el punto de vista de criar viajando y nuestra experiencia como familia en general, qué hacen los chicos, cómo se sienten, qué es viajar con niños, donde paseamos, qué tips de viaje para familias podemos dar, va por ahí.
¿Cómo ha sido la experiencia de vivir un judaísmo sin fronteras?
-Hemos tenido oportunidad de pasar un Shabat, por ejemplo, en el Salar de Uyuni, en Bolivia, y se nos sumaron que estaban en otros motorhome, que aceptaron nuestra invitación a compartir nuestra mesa de Shabat.
Muchas veces nos encontramos con personas no judías en el viaje, y esto es muy interesante, porque -como judíos- hay un estigma y hay muchos prejuicios respecto de qué es un judío y cómo son. Y este bus de 1959, viajando con esta familia “poco ortodoxa”… Nosotros somos judíos orgullosos, y ese orgullo lo reflejamos con humildad y con alegría y la gente no judía que se cruza con esta nave, y tiene la oportunidad de compartir y conocer a gente judía, se da cuenta de que todos los prejuicios y cosas que ha escuchado alguna vez se caen al piso, y que no son verdad, y eso ha sido muy positivo y enriquecedor para nosotros como familia. Hemos podido descubrir y hacernos amigos no judíos en muchos lugares.
¿Cuál es su plan de ruta? ¿Se vio éste afectado por la pandemia?
-Sí, hemos tenido que tomar una pausa y nos hemos reinventado, de alguna manera, realizando actividades por Zoom, charlas y las mismas actividades que hacíamos presencialmente, en las comunidades, cuando viajábamos. Tratamos de continuar nuestro viaje.
Nosotros partimos en Argentina, seguimos a Brasil, volvimos y recorrimos Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Cada país, la verdad, no ha encantado con su cultura y su gente, y más que un lugar en particular, lo que más hemos disfrutado y lo que más nos ha llenado y enriquecido ha sido la experiencia humana, el reencontrarse con la gente y darse cuenta de que es buena, es solidaria, es generosa, es abierta, que quiere vivir en un mundo de paz, con alegría.