Generosidad y resistencia
Por Gachi Waingortin
En este sentido, cada semana del ómer representa: 1. Jésed, amor; 2. Guevurá, fortaleza; 3. Tiféret, compasión; 4. Nétzaj, resistencia; 5. Hod, gloria, generosidad; 6. Yesod, conexión; 7. Maljut, majestad. Y, dentro de cada semana, cada día vuelve a encarnar las sucesivas Sefirot. Así, el primer día de Sefirat Haómer es Jésed she be Jésed, amor dentro del amor; el segundo día representa Guevurá she be Jésed, fortaleza dentro del amor; el tercero, Tiféret she be Jésed, compasión dentro del amor; el cuarto, Nétzaj she be Jésed, resistencia dentro del amor y así sucesivamente. La idea de contar la Sefirá según las Sefirot es que intentemos vivir cada día tomando conciencia y potenciando los atributos correspondientes a cada día.
La rabina Jill Hammer ha escrito un bellísimo libro llamado “Omer Calendar of Biblical Women” en el cual asigna a cada día una mujer (o grupo de mujeres) que encarnan los valores correspondientes. Y quisiera compartir una clase que me tocó dar el día 26 del ómer, correspondiente a Hod she be Nétzaj, generosidad dentro de la resistencia.
Como representante de Hod she be Nétzaj, la rabina Hammer señala a una mujer muy poco conocida: Nejushtá, la madre del rey Yehoyajín. Nejushtá aparece en Melajim Bet (Reyes II 24:8-17). Explica Hammer que, en el Israel antiguo, la posición de reina madre tenía importancia política: cuando se nombra a los reyes de Yehudá e Israel, los nombres de ellas aparecen junto a los de sus hijos. En el caso que nos ocupa, leemos que Yehoyajín, uno de los últimos reyes de Yehudá, es exiliado a Babilonia junto a su madre, Nejushtá.
El nombre Nejushtá significa “cobriza” y nos recuerda al Nejushtán, la cobra de cobre mencionada en Bemidvar 21:4–9. Según el relato, el pueblo se queja ante Moshé (están cansados de comer maná) y D´s les envía una plaga de serpientes ardientes. Por orden de D´s, Moshé fabrica un mástil y coloca en su extremo una cobra de cobre (najash hanejoshet). Moshé debe caminar entre el pueblo portando el mástil con la serpiente en su extremo y todo aquel que hubiese sido mordido, al mirar a la serpiente de cobre viviría. Este motivo inspira al símbolo de la medicina: un mástil con una serpiente enrollada (símbolo anterior y probablemente inspirador de la vara de Esculapio).
La primera reflexión viene desde la psicología: la misma serpiente que te mataba, te sanaba si la mirabas. El primer paso necesario para sanar nuestros conflictos es enfrentarlos. Pero el Talmud toma otro camino interpretativo y asocia este relato con el de Shemot 17:8-19:25 en el cual el pueblo lucha contra Amalek. Mientras Yoshúa lidera la batalla, Moshé recibe las siguientes instrucciones de D´s: debía subir a la cima de una colina desde donde vería el campo de batalla, y todo el tiempo que mantuviese sus manos en alto, Israel vencería, pero si las bajaba, vencería Amalek. Como a Moshé se le cansaban los brazos, se sentó sobre una roca, de modo que Aarón y Hur sostuviesen sus manos en alto para que Israel pudiera prevalecer.
El Talmud se pregunta: ¿Cómo es posible que mirar a la serpiente evitara la muerte de quien había sido mordido? ¿Cómo es posible que tener las manos en alto asegurasen una victoria militar? ¿Es esto magia?
Y la respuesta es: Moshé estaba en la cima de una colina; la serpiente, en lo alto de un mástil. No los sanaba mirar las manos de Moshé ni observar a la serpiente, sino elevar sus ojos hacia su Padre en los Cielos (Talmud Babli, Rosh Hashaná 29 a). Cuando elevaban sus miradas buscando la señal que habría de salvarlos, elevaban sus corazones hacia D´s. Era eso lo que les daba la fuerza y el sentido para luchar y salir adelante.
Quizás inspirado en este poder sanador del Nejushtán, el Midrash narra que la reina madre Nejushtá era una mujer que mantenía su tienda constantemente abierta para dar consuelo, sanar y acoger a todo aquel que lo necesitara (Kohelet Rabá, 12:7). Y, al ir al exilio junto a su hijo, con toda seguridad mantuvo esa conducta apoyando y conteniendo la angustia de los exiliados.
Nejushtá nos enseña la generosidad dentro de la resistencia. Nos enseña que resistimos mejor la adversidad si somos solidarios, si nos apoyamos mutuamente. Porque, si nos preocupamos de sanar a quienes nos rodean, también nosotros sanaremos más rápido. Debemos reforzar nuestra preocupación por los demás, debemos reforzar nuestras donaciones a nuestra comunidad y a las instituciones que nos apoyan constantemente: nos necesitan y las necesitamos. Porque al pensar en los demás dejamos de pensar en nosotros mismos, tomamos conciencia de que hay otros que también sufren. Porque, si cada uno piensa en su prójimo, es muy probable que también alguien piense en ti. Porque estar unidos es el arma más eficaz para sortear cualquier obstáculo. En estos tiempos de crisis, el mensaje de Nejushtá es más actual que nunca.