El perdón visto desde el judaísmo y la siquiatría
Por LPI
Ari Sigal, rabino:

“La importancia de pedir perdón es la oportunidad de rectificar un camino”
Posiblemente, la Teshuvá es el concepto más transversal que tiene la tradición judía. Es cierto que Iom Kipur tiene un “marketing” especial, donde este concepto adquiere fuerza, pero también es muy correcto entender que la Teshuvá no sólo se practica en el mes de Elul y sobre todo en los Iamim Noraim, sino que abarca distintos momentos del calendario judío. Por ejemplo, las tres semanas entre el 27 de Tamuz y el 9 de Av también nos invitan a reflexionar. La muerte misma, de un individuo, llama a la reflexión. Hay distintos momentos del año, y etapas de la vida, que nos conllevan al concepto de Teshuvá.
La importancia de pedir perdón es la oportunidad de rectificar un camino, desandar los errores y, por supuesto, reparar para intentar elevarnos en santidad. El concepto de la reflexión, pensar y juzgarnos, en su traducción de la palabra hebrea, es adquirir un carácter distinto en la vida, romper con la monotonía y la rutina exacerbada, para vernos a nosotros mismos comenzando un nuevo ciclo.
La sicología nos indica que el acto de pedir perdón como el de perdonar se revisten de un disfraz de ego y el de narcisismo. Hay que reconocer que el ego es una forma de sobrevivencia, con la cual nos protegemos como seres humanos cuando tenemos escenarios adversos en los cuales nos sentimos vulnerables. Por eso, pedir perdón y perdonar implica deshacernos del ego para vestirnos de humildad y poder entender que hay una multiplicidad de caminos y opciones diversas, distintas, y ajenas a las decisiones personales. Cuando podamos entender que hay caminos paralelos y que no termina el mundo en nuestra verdad, entonces podemos convivir, recibir perdón y entregar perdón.
La raíz de este cuestionamiento que nos conduce a la sinceridad, implica no romper estructuras de reparaciones en las relaciones que tenemos dentro de nuestro pueblo y con la sociedad toda. El judaísmo no nos pide cambiar radicalmente, de un año a otro, en el momento de Iom Kipur y de la Teshuvá, sino que la conducta de la Teshuvá debe ser muy pequeña, ínfima pero sincera, relevante y radical. Eso significa que no hay una totalidad de un cambio en la rutina, si no que creemos que es un pequeño detalle a modificar. Y gracias a D-s, con bendición, todos los años volvemos a pasar por el mismo ciclo, por lo tanto las promesas tienen que ser posibles, responsables, reales. Ahí nace el sentimiento de la sinceridad: lo que puede estar a nuestro alcance, debe ser reparado. Lo que todavía, en nuestra gradualidad o evolución humana, no lo podemos lograr, ni siquiera lo podemos plantear como un desafío. Todo esto, para que puedas seguir siendo siempre un arrepentimiento sincero, real y posible.
¿Qué pasa con el perdón en el judaísmo para quienes han cometido delitos? Quiero agregar aquí que, en mi vocación rabínica, el perdón para quienes cometieron delitos fue muy importante. En el ramo de práctica rabínica, en la formación como rabino, asistí a personas privadas de libertad, dentro de la cárcel. Y es tan distinto hablar de libertad, de Derechos Humanos y de la vida, a tener que debatir y reflexionarlos desde una celda en una prisión. Ahí me pareció relevante el concepto del arrepentimiento y el perdón, tan así que en la función de la capellanía al interior de cárceles no podemos negarnos a asistir a seres humanos privados de libertad que no sean judíos. Todos tienen el mismo derecho. Y era sorprendente como no judíos querían que un rabino se acercara a su caso.
El judaísmo encierra un potencial respecto de la Teshuvá, al pedir perdón, incluso frente a delitos que son irreparables. Esto se basa en tres atributos D-s, que se cantan una y otra durante Iom Kipur, intentando acudir a esta generosidad de misericordia divina, y enmendar sobre los errores y las falencias humanas. En los atributos, se declara que D-s tiene la compasión y generosidad de perdonar incluso en segundas y terceras generaciones, y no guarda rencor ni quiere tomar venganza. Esto es relevante porque los seres humanos no alcanzamos jamás ese nivel de misericordia frente a los hechos que están alrededor nuestro, sin embargo debemos emular, constantemente, esa vocación divina de poder construir paz.
Aquí está en juego el que cada individuo tenga la capacidad de perdonar cada vez más, con mayor frecuencia, con mayor volumen, perdonar más seguido y, al mismo tiempo, cometer menos errores y dañar menos al que tenemos al lado.
Patricio Fischman, siquiatra:

“El perdón es tanto una capacidad como una herramienta”
El perdón, más que desde el punto de vista siquiátrico, creo se debe pensar más desde el punto de vista del desarrollo psíquico y emocional. El perdón es tanto una capacidad como una herramienta. El perdón verdadero requiere de una capacidad tanto de quien solicita que se le perdone como de quien debe otorgar su perdón. Y esa capacidad requiere de un tiempo de procesamiento, y que no sea un decir perdón en forma vacía, como una especie de ritual sin contenido, y requiere también que la persona que lo otorga lo haya procesado en el tiempo. Se requiere entender qué es aquello por lo que pedir perdón y otorgar perdón. Hay que tolerar, tanto lo que uno hizo como lo que ha uno le han hecho, hay que aceptarlo como algo que se hizo o que a uno le han hecho, y hay que asumirlo. Una vez que se ha pasado por esas fases, entonces se podría decir que la solicitud de perdón y el otorgamiento del perdón son genuinos.
Esa es la capacidad de solicitar y de entregar perdón, que como herramienta es un instrumento indispensable en las relaciones humanas, es probablemente una de las herramientas más sofisticadas para poder entregar cercanía e intimidad. Sin poder reconocer con culpa mis errores o aquello que yo he dicho o hecho, para directa o indirectamente herir a otras personas, no hay redención.
Por otro lado, sin el poder aceptar o tolerar que a uno se le ha provocado una herida, y tener la entereza y la solidez para entregar el perdón, tampoco hay redención. Por lo tanto, en la medida en que nosotros tengamos las capacidades y/o las vayamos desarrollando, vamos a poder utilizar el perdón como una herramienta extraordinariamente importante para el comienzo, la mantención y la salud de las relaciones interpersonales.
Respecto del autoperdón, si yo no tengo la capacidad de perdonarme a mí mismo, jamás voy a tenerla para solicitar el perdón o perdonar a otra perdona. Tengo que partir por reconocer lo que yo he sentido y pensado, hacerlo y hablarlo, haberlo dicho, que es el acto del que debemos tener consciencia para pedir perdón. Por mucho tiempo, en algunas religiones, se ha pedido perdón por sólo sentir o por sólo pensar, cosa que nosotros no controlamos. Lo que sí controlamos es tener la consciencia de lo que hemos sentido y lo que hemos pensado. Quizás ha sido un error y en consecuencia hemos dañado y nos hemos dañado a nosotros mismos, pero tenemos la posibilidad de usar esa gran capacidad que es la de entendernos, aceptarnos y asumirnos. Si somos capaces de hacer eso, aunque nos hayamos reprochado y nos haya dolido, o nos sintamos culpables, realizando este proceso nos podemos absolver. No en el sentido de borrar lo que hemos dicho o hecho, pero sí reconociendo y teniendo en cuenta que en el futuro, ojalá, no se repita.
¿Es más difícil el perdón individual que el colectivo? No sé si en todas las circunstancias se aplica esta regla, en que uno sea más difícil que otro, sino que tiene que ver con el grado de profundidad y de intimidad de aquello que ha sido dañado, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Puede ser un perdón de un miembro de una comunidad que profundamente daño a otra comunidad, y esa es una representación de un perdón colectivo. Generalmente esos perdones colectivos tienden a ser una formalidad, no es siempre representativo de lo que la comunidad que infringió daño piensa y siente en relación al daño causado. Y creo que en ese sentido es más fácil ofrecer disculpas de forma colectiva y más difícil aceptarlas como un colectivo.
La personalización del perdón lo hace más directo, más honesto. Si bien es cierto no siempre se puede hacer de forma colectiva, me parece que el perdón tiene que ser manifestado de una manera individual, a través de los distintos miembros que han infringido el daño y a través de la recepción de los distintos miembros que han sido dañados.