El obstáculo
Por Amado Nervo
bordes de exquisitas plantas en flor y alumbrado blandamente por los fulgores
de la tarde, iba ella, vestida de verde pálido, verde caña, con suaves reflejos
de plata, que sentaba incomparablemente a su delicada y extraña belleza rubia.
me hizo con la diestra signo de que la siguiera.
los árboles de un soto espeso surgió un hombre joven, de facciones duras, de
ojos acerados, de labios imperiosos.
sendero abrió los brazos en cruz.
pero al llegar a él vi que permanecía inmóvil y torvo.
se movió.
alejaba, agachando la cabeza embestí a aquel hombre con vigor acrecido por la
desesperación; mas él se puso en guardia y, con un golpe certero, me echó a
rodar a tres metros de distancia.
al ataque dos, tres, cuatro veces; pero el hombre aquel, cuya apariencia no era
de Hércules, pero cuya fuerza sí era brutal, me arrojó siempre por tierra,
hasta que al fin, molido, deshecho, no pude levantarme.
aún agredir a aquel hombre obstinado e impasible, de ojos de acero; pero él me
miró a su vez de tal suerte, que me sentí desarmado e impotente.