El desafío de enseñar en tiempos del COVID19
Por Michelle Hafemann
Sarita Elmaleh Coordinadora Programa Lectura Inglés, Instituto Hebreo
“Lo más desafiante e impresionante de este tiempo ha sido ver que como colegio hemos tenido las capacidades de gestión y vocación que nos han permitido ir de la mano con el cambio de paradigma educacional que estamos viviendo. Tuvimos la responsabilidad de anticiparnos, preocuparnos y ocuparnos de prepararnos para algo que parecía una película de ciencia ficción, que finalmente se hizo realidad”.
“Como profesores, nos hemos sorprendido de haber podido desarrollar la capacidad de flexibilidad y de trabajo en equipo ¡a un nivel que jamás habríamos imaginado! Cuando estábamos en cuarentena y los días eran tan iguales como inciertos, nos levantábamos cada mañana sintiendo que estábamos en una “segunda línea”, después del personal de salud. Sabíamos que no podíamos bajar la guardia por nuestros niños, que debíamos reinventarnos y tener la tecnología como gran aliado. Nos conectábamos al Zoom y , antes de cualquier clase, nos tomábamos un tiempo para saber cómo estaban nuestros niños y sus familias. Eso se ha mantenido hasta el día de hoy en modo presencial, lo que nos ha permitido generar aún mayor sentido de pertenencia y comunidad”.
“Pasara lo que pasara en las noticias, los niños nunca dejaron de contar con sus morim. Aprendimos a ser magos con nuestros tiempos, con los recursos tecnológicos, con nuestras prácticas pedagógicas y con nuestras vidas personales. Sin duda ha tenido un costo para todos, pero en lo personal, miro hacia atrás y sólo me enorgullezco del maravilloso equipo ue formo parte. Hemos crecido y mejorado como profesionales y como seres humanos. Hemos transmitido más que nunca a nuestros talmidim el valor de la empatía, del respeto, del agradecimiento y de la fe en que siempre se puede salir adelante con perseverancia y convicción”.
“Si bien la excelencia académica no se ha transado, sí se ha adaptado el enfoque emanado del MINEDUC y, como colegio, hemos sabido mantener los más altos estándares de calidad pero esta vez, con un “traje” distinto. Hoy la mirada se orienta al desarrollo de habilidades que preparen a nuestros Talmidim a enfrentar sus vidas con pasión y con capacidades que van más allá de los contenidos. Para que se cumplan las metas curriculares, nos preocupamos de realizar gestión por alumno en el “antes”, “durante” y “después”. Conocer a nuestros niños, familias, y velar que emocionalmente estén bien es el motor de partida a cualquier meta curricular. Si un alumno se siente querido, valorado y potenciado, sabrá dar lo mejor de sí”.
“El trabajo conjunto entre casa y colegio fue vital. Cada agente trabajó desde su área para lograr una sinergia. El Equipo Directivo nos guiaba e informaba. La UAP (Unidad de Apoyo Pedagógico) fortaleció y adaptó sus programas y prácticas. Los morim velaron por el bienestar de los alumnos como si fuesen sus propios hijos. Con los papás, se generaron fuertes lazos de apoyo, guía y contención. Fue muy emocionante ver cómo se pusieron en nuestros zapatos, haciendo lo mejor por apoyar a sus hijos desde las casas, así como nosotros a través de la pantalla o teléfono”.
“Llamábamos para saber por qué no se habían conectado al Zoom, para saber si necesitaban algún dispositivo para conectarse a clases, para acoger sus inquietudes o para alentarlos. Hubo familias muy afectadas emocionalmente, incluso por haber tenido que sufrir pérdidas de seres queridos o dificultades económicas. En este sentido, la comunicación permanente y el cariño mutuo fueron la clave”.
Daniela Roitstein Morá, Instituto Hebreo
“¿Lo más desafiante? En diferentes planos: en lo técnico, la adaptación a diversas plataformas en un tiempo récord. Recuerdo que cuando comenzó la primera cuarentena, un lunes nos mandaron a todos a las casas, y el miércoles de esa misma semana ya teníamos a todo el colegio en modo virtual. ¡Todavía me sigue sorprendiendo porque fue un aterrizaje rápido y con pocas turbulencias a pesar de la tormenta en la que estábamos! En el plano emocional, el desafío fue lidiar con la incertidumbre. No saber y no tener todas las respuestas. En el espiritual: aprender a educar viendo el alma de los estudiantes en pequeños cuadraditos, sin la cercanía especial que da el encuentro físico. Cada desafío, sin embargo, se convirtió en una fortaleza”.
“Respecto de las metas, el Ministerio de Educación ha adaptado las metas curriculares teniendo en cuenta las condiciones en que se encontraban los colegios, en una tarea también desafiante por la gran diversidad a nivel país. Esa fue la base para estructurar los aprendizajes, los cuales pudimos cumplir y superar, pues a pesar de los obstáculos de la pandemia, la organización y esfuerzo de todos los entes involucrados en el colegio ha permitido navegar estas aguas turbulentas con timón firme para llegar a transmitir las metas diseñadas. Me siento muy afortunada de ser parte de una comunidad educativa que trabaja tan a conciencia”.
“En el Hebreo se observó con una lupa gigante el bienestar emocional de todos los que forman parte de la comunidad. Se han desarrollado desde el primer día actividades, protocolos, capacitaciones y prácticas para la contención emocional de los estudiantes. No hubo día que no empezara con una rutina de escucha, reflexión, y oportunidad de expresión, adaptada a cada nivel según su edad. Entendimos que la pandemia afectaba principalmente la sensación de seguridad, la certidumbre, que podía transmitir sensaciones de fragilidad, y que nuestros alumnos no podrían aprender nada si antes no lográbamos generarles un espacio de contención y apoyo emocional. Ellos lo han sabido aprovechar, nos sorprenden día a día con sus reflexiones. Lo valoran muchísimo, y ya es parte del ADN del colegio. Ese espacio se ha convertido en un momento sagrado, que vincula lo espiritual, lo judaico y lo valórico. Gracias a ello, el aprendizaje puede ocurrir, es como preparar la tierra para que pueda crecer la semilla”.
“Personalmente, la pandemia me ha enseñado resiliencia, me ha recordado que el trabajo en equipo mueve montañas, me ha obligado a ser más adaptativa y flexible, me ha vinculado con la fragilidad y la superación de obstáculos, me ha recordado, como dice el Talmud, que “nadie puede aprender en un lugar en donde no se siente a gusto”. Y, por sobre todo, me ha hecho valorar, admirar y amar aún más a mis estudiantes: ellos son los verdaderos héroes de toda esta historia”.
Víctor Hugo Gómez Profesor de Historia Judía, Halajá y Hashkafá en Maimonides School
“Lo más desafiante fue tener que aprender nuevas herramientas para poder enseñar a mis alumnos a distancias. Lo problemático no fue el hecho de aprenderlas sino de hacerlo sobre la marcha y sin ninguna certeza de hasta cuándo íbamos a estar en la modalidad online. Además, generar actividades de evaluación que permitiesen tener una visión objetiva de los logros en los aprendizajes fue un gran desafío. También el poder mantener los hábitos del alumnado. Para eso se generó un protocolo online que nos daba una herramienta objetiva para poder generar buenos hábitos para las clases a distancia. En ese sentido, fue muy complicado poder mantener la atención de los alumnos porque en las casas hay muchos elementos distractores. Si los alumnos están silenciados, puede ser muy complicado el saber si está poniendo atención, si está realmente trabajando, o simplemente está viendo un video en su celular”.
“Obviamente que en términos curriculares fue necesaria una adecuación. La dirección nos dio la directrices y parámetros. Sin embargo, con el correr del tiempo fuimos viendo que, a pesar de trabajar con objetivos más bajos porque el foco se centró en el bienestar emocional de los alumnos y de no aumentar la presión sobre sus familias, al final logramos cumplir con la mayoría de los objetivos curriculares en un año normal. El tema no pasó por los objetivos curriculares sino con los problemas en el proceso de escolarización y socialización del alumnado. Cada uno, a su edad, necesita de su grupo social y eso es fundamental para el desarrollo sano de los niños. Generar online las instancias para esa socialización, dentro del marco escolar, ha sido un desafío importante”.
“Par mí el mayor aprendizaje fue que el trabajo de uno y la motivación para seguir adelante a pesar de las dificultades y el aumento exponencial en la carga laboral que ha significado depende, en gran medida, de un buen equipo directivo que esté atento a las necesidades individuales y grupales del profesorado. A la accesibilidad que el equipo directivo le de a sus profesores para poder plantear los problemas y encontrar las mejores soluciones. Otro aspecto es la buena y constante comunicación entre los colegas. Tan importante como lo anterior, tener un buen ambiente laboral y una buena relación con los colegas genera los apoyos entre los pares necesarios para lograr el éxito en las dificultades que planteó la pandemia. Finalmente, descubrir que la pasión por enseñar es más grande que lo que uno pensaba antes de la pandemia. Esa pasión interna da las fuerzas para enfrentar las responsabilidades que uno tiene por buscar el aprendizaje y el bienestar de sus alumnos”.
Federico Levi Profesor de Artes Visuales, Colegio Polivalente Cardenal José María Caro, Población Santo Tomás, La Pintana
“Yo diría que lo más desafiante ha sido enfrentarse a la ruptura absoluta de la dialéctica dentro de la sala de clases, entendiendo que la participación no solo se transforma en una cosa individual, sino que va relacionada con la forma en que los estudiantes ven los trabajos de otros y construyen metas comunes. Creo que, si bien es posible trabajar eso en pandemia, en formato online, se pierde mucho por el hecho de no estar presentes, por no mirarse las caras, por no poder ver -como en el caso de mi asignatura- cómo el compañero mueve el lápiz, desplaza la plasticina o el material que sea. Creo que hay una pérdida del aprendizaje como colectivo”.
“Curricularmente, el Ministerio de Educación fue súper claro en establecer los niveles de aprendizaje, un mínimo y un aprendizaje esperado. El tema está en las metas que uno tiene y en cómo contextualiza eso a las realidades de cada uno. En mi caso particular lo traté de orientar mucho más hacia la reflexión individual, hacia la capacidad de trabajar de manera autónoma y, sobre todo, de adaptarla a los ritmos de cada uno. Cuando estamos en la sala, presencialmente, puedo trabajar con cada uno, estimularlo y ver qué le pasa. Pero acá, con la cámara apagada, la verdad es que trabajaba con un cuadradito negro y con un nombre. Entonces, las metas curriculares siempre son las del ministerio, pero el tema ahí va a cómo uno contextualiza eso hacia las necesidades de cada estudiante”.
“A pesar de todo, creo que el aula física es irremplazable. Puede ser que en muchos casos no se aproveche y que online se puedan hacer muchas cosas, eso no lo niego, pero por lo menos en contextos de pobreza es difícil lograr un equilibrio; sería demasiado soberbio decir que se logró. Por supuesto que hubo contención, por supuesto que hubo seguimiento, pero francamente no es lo mismo y nunca lo será”.
“Particularmente, una cosa muy positiva -aunque me parece insólito que haya tenido que haber una pandemia mundial para que se dieran cuenta- es que no se puede tener 45 alumnos en una sala de clase. Quizás esa no es la realidad del Instituto Hebreo, pero en el 92% de los colegios de Chile, que no son colegios particulares, hay más de 40 alumnos por sala. Con la pandemia se dieron cuenta de que eso no era viable, cosa que los gobiernos de la Concertación y los dos gobiernos de Chile Vamos debieron haber notado mucho antes, y no puedo creer que hayamos llegado a este punto para que recién ahora se cuestione la cantidad de estudiantes que tenemos en cada aula. Por tanto, creo que la reducción es muy positiva, en el contexto en que yo trabajo -que es un colegio con sobre un 90% de vulnerabilidad- trabajar con grupos de 20 estudiantes, que es el aforo permitido hoy en día, ha hecho una diferencia sustancial en la educación y fue el COVID que remeció esa situación”.
“Con respecto a los aspectos específicos, un tema que podría destacar es que me di el tiempo de preparar un material mucho más claro, porque -como no tenía la opción de presentarlo en persona- se requería de una mayor capacidad de síntesis, una decantación de las cosas. Y hay miles de aprendizajes, pero el más interesante es el aprendizaje colectivo que hicimos como país, que fue cuestionar cómo se estaban haciendo las cosas.”