El Nuevo Ciclo de Antisemitismo
Desde el 7 de octubre de 2023, hemos visto una explosión de antisemitismo institucionalizado, particularmente en tres países de América Latina: Colombia, Honduras y Chile, quienes llamaron a sus respectivos embajadores a consultas. Jamás en la historia la reducción de los canales diplomáticos ha contribuido a solucionar tensiones en el plano internacional. Lo anterior se suma a las decisiones de Bolivia de cortar relaciones diplomáticas con Israel y acusarle de crímenes contra la humanidad; a las palabras del presidente brasileño Lula da Silva al decir que Israel repite el Holocausto y que los israelíes son los nuevos nazis; o al apoyo del presidente de México, López Obrador, a la demanda legal contra Israel en la Corte Internacional.Bastante conocidas son las críticas hacia Israel que algunos líderes de la región han tenido, a título personal, pero amparados en su figura pública: en 2014, Gustavo Petro retuiteó un comentario llamando a alguien “judía asquerosa”; en 2019, Gabriel Boric comentó en Twitter su molestia al recibir miel como una tradición de Rosh Hashaná de parte de nuestra comunidad. Lo que está ocurriendo en el hemisferio occidental no había tenido precedentes recientes. Solamente en Brasil, se ha experimentado un incremento del 961% en ataques antisemitas en los últimos meses. En Perú, figuras judías de los medios de comunicación han sido atacadas con gritos antisemitas fuera de sus casas. En Argentina, el presidente Milei nombró a un conocido político de extrema derecha con un reconocido pasado nazi como Procurador del Tesoro, equivalente al Presidente del Consejo de Defensa del Estado. Si hasta hace poco, el antisemitismo era una reacción más bien “popular” y propia de aquellas personas con deficiente nivel de educación y cultura general, hoy no es extraño que, similar al fenómeno que llevó al Holocausto, escuchemos a políticos y líderes de opinión confundiendo las legítimas críticas contra el gobierno de Israel con las ilegítimas y totalmente inapropiadas críticas hacia el pueblo judío. Este fenómeno no debe ser obviado, de ninguna manera, puesto que los jefes de Estado y de Gobierno, junto con cualquier líder político, tienen la obligación y la responsabilidad de proteger a los ciudadanos, especialmente a los miembros de cualquier minoría frente a actos de discriminación y violencia.Por supuesto, es preciso recordar que las críticas hacia las políticas del Estado de Israel no es necesariamente un acto antisemita per sé. Pero sí lo es responsabilizar a los judíos en todas partes por dichas políticas.Cuando una autoridad se toma la licencia de dar una opinión, abre la puerta a los otros miembros de la sociedad para que digan o hagan algo en esas mismas líneas. Y esto es muy preocupante, porque no se trata de una libertad de expresión o de opinión. Se trata de poner en riesgo la estabilidad democrática de un país, cada vez que un grupo de ciudadanos no se siente seguro ni apoyado por sus líderes, aquellos mismos que se escudan en hecho históricos tergiversados para ganar adeptos y cuotas de poder al aceptar y apoyar la causa común, algo muy propio de líderes populistas. Lamentablemente, el antisemitismo está mutando frente a nuestros ojos. En el centro del antisemitismo contemporáneo está la idea de que los judíos no hemos sido un pueblo históricamente oprimido que busca sobrevivir, sino que por el contrario, hemos sido opresores, imperialistas, colonialistas, e incluso supremacistas blancos… por loco que todo esto suene. Esta mirada conserva algunos vestigios del tropo de que los judíos tienen mucho poder, lo que vincula la narrativa de las circunstancias contemporáneas y las preocupaciones culturales actuales con la naturaleza del poder y de la injusticia.Las preocupaciones sobre el poder y la justicia son, en sí mismas, perfectamente legítimas, al igual que las preocupaciones del pasado sobre los efectos del capitalismo desregulado sobre los trabajadores, o sobre la condena del elitismo. Por ende, es importante distinguir cuidadosamente entre las críticas al poder, que merecen ser seriamente consideradas, y las características antisemitas que puedan tener dichas críticas.Esta nueva narrativa que pone a los judíos como opresores, imperialistas, colonialistas, o supremacistas es, al final, muy cercana a la tradición antisemita de señalar a los judíos como los únicos merecedores de condena y castigo, ya sea en su antigua forma religiosa o en su versión nazi. Al igual que aquellas formas antiguas de antisemitismo, esta mutación actual tiene que ver en última instancia con el impulso humano de señalar con el dedo a alguien a quien se le puede hacer cargar con el peso de nuestros males sociales. Sin embargo, la horrible historia y la resistencia invicta del antisemitismo significan que los modos de ataque retórico contra Israel y los judíos deberían estar sujetos a un cuidadoso escrutinio, partiendo por las máximas autoridades.La mejor manera de empezar a salir del abismo del antisemitismo es autoexaminar nuestros impulsos, nuestras historias y creencias sobre el poder, la injusticia, y nuestras posiciones de fe, junto con, por supuesto, instruirse en los detalles de la historia universal e invitar a otras personas a hacer lo mismo.