¿Cómo llegamos aquí?
Por Rabino Ari Sigal
El coronavirus nos hizo revivir este relato. Todo lo malo ocurriendo ahí fuera, y cada cuál desde su hogar, presumiendo encontrar aún lo positivo y la esperanza. Pretendimos que nuestras plegarias fueran colectivas, aún en la complejidad y la distancia. Tanto como hizo Abraham, desafiamos la realidad procurando encontrar justos. Hemos consumido horas de Zoom, Hang Out, Whatsapp y Facebook Live simulando construir comunidades en medios digitales. Todas las plataformas y dinámicas han sido novedad, pero la gran novedad, fue reconocer la infinita sabiduría que existe Comunidad más allá de los espacios físicos.
Comunidades digitales
Nada puede separarnos del contacto físico, del minián tangible de 10, del abrazo para el deudo y la mirada clavada en los pasos de la Torá al ser extraída del Arca. La Kehilá se gesta en el saludo previo de la llegada al evento y en la sonrisa cómplice de pertenecer a un pueblo de identidad milenaria. Pero también, hay Comunidad en la comida sencilla posterior, donde con café o copa en mano celebramos la vida y el instante sagrado. Es el preciso instante donde el leikaj o la jalá cobran protagonismo y dan absoluta vida al pueblo judío.
Aprendimos la técnica de silenciar micrófonos, cuando sólo deseamos que otros sepan que estamos para acompañarlos. Aprendimos a activar nuestros micrófonos, porque entendimos que nuestras palabras y emociones podían acariciar, incluso en la distancia. Aprendimos a enfocar una cámara, para regalar nuestra sonrisa o nuestra cara de preocupación ante los hechos. Aprendimos que nuestra casa, nuestro computador, Tablet o celular puede traernos “mikdash meat” –una porción de santuario- y conectar con nuestras almas. Aprendimos a querernos porque así reconocemos que también un prójimo nos necesita. Aprendimos que esta crisis no es el final del pueblo judío sino la oportunidad de tener mayor autonomía en nuestros rituales y religiosidad.
No nos definen los pixeles, no nos definen los viewers, no nos definen los likes, no nos definen los followers, no nos define el HD y tampoco nos define el ancho de banda. Algunos prefieren ver esta crisis, como la destrucción misma del Templo de Jerusalem que trasladada a nuestros días, es el fin de la Comunidad como modelo de supervivencia judía. Es cierto que, técnicamente y a través de Internet, no podemos cantar al unísono. También reconocemos que el Amén que se responde al Kadish de un deudo siempre llega tarde. Pero al mismo tiempo, nunca hemos democratizado tanto los espacios, los estudios y las oportunidades para conectar con lo más sagrado de nuestras vidas.
Una nueva ventana
El Talmud en Bendiciones 6a, insiste que D-s forma parte y asiste al quorum de 10 y los define como asamblea. La ley judía, O.J. 55:14 define el caso de alguien que se pare detrás de una sinagoga y exista una ventana como separación entre esa persona y la sinagoga, incluso de varios pisos de altura y metros de ancho: si su cara es vista por los demás, es válido para ser parte del minián y ser contado entre los 10.
Cada judío está obligado a rezar, y puede hacerlo solo, sin un minián. Pero las congregaciones también pueden establecer un vínculo con la oración comunitaria sin minián presencial y omitir la recitación de “devarim shebikdushah” -no barjú, kedushah o kaddish-. Aunque técnicamente no hay una repetición de la Amidah –plegaria central- en ausencia de un minián, el “sheliaj tzibur” –quien dirige- puede elegir recitar la Amidah lo suficientemente fuerte como para que otros la escuchen, omitiendo kedushah, pero alentando el canto congregacional.
Existen fallos suficientes para alentar en época de crisis a constituir minián digital. Aunque la invitación más poderosa, es a demostrarnos la fortaleza espiritual de la comunidad y la de un pueblo obstinado, que se niega aceptar la individualidad y soledad como valores conductuales. No hay destrucción de Jerusalem, aunque tal vez estemos en un exilio como el de Babilonia. Pero estamos abriendo ventanas, para que nuestras caras se vean. Estamos detrás las sinagogas, para que nuestras familias sigan siendo parte de este entramado dorado. Estamos activos y con sueños, sabiendo que -en nuevos paradigmas- las huellas de nuestro pueblo permanecerán juntas y unidas en la historia de la Humanidad.