Bajar el cielo a la Tierra
Por Rabino Eduardo Waingortin
Los tres elementos, espiritualidad, sustento y goce, son -en pocas palabras- lo que mueve nuestro tiempo. Pero ese tiempo es un regalo de D-s y hay que dar cuenta por él. Las Altas Fiestas, justamente, nos piden que estemos frente a D-s, al Creador, al que os regala el tiempo -que es la vida- para decirle cómo hemos usado este tiempo. Hay quien puso demasiado énfasis en uno de los tres elementos y dejó de lado el otro, y en esa vida no hay equilibrio.
Recuerdo una hermosa anécdota de Rabi Shimshon Rafael Hirsch, creador de la neo-ortodoxia, que quiso conocer Los Alpes, y algunos colegas le dijeron si no era una pérdida de tiempo dedicarse a cosas vanas. A lo que contestó: “Cuando llegue al cielo, D-s me hará muchas preguntas, y una de ellas será ‘Conociste mis Alpes?’”. El goce es parte de la Creación y, en la medida que no tenga excesos, no es algo de lo que debemos huir. No es malo, el extremo es malo: tanto en hacer del goce algo absolutamente egoísta como el no vivirlo.
Hay quien destina mucho tiempo al sustento, y la misma Torá nos dice: “Lo al halejem levadó ijié haadam”. Y eso es “No solo de pan vivirá el Hombre”, aludiendo a que la espiritualidad debe tener un espacio sustancial en nuestras vidas. Pero tampoco el escapismo espiritual es adecuado. “Al trifrosh min hatzibur”, no te separes de la comunidad. Eso es tanto para quienes rehúyen de la vida comunitaria como para aquellos, que para lograr mayor espiritualidad, se retraen de lo mundano y creen que se puede desarrollar más el alma en la soledad.
Eso no es judaísmo. Judaísmo no es subir al cielo, sino bajar el cielo a la Tierra.
Abundan ejemplos que hablan de alejarse de los extremos. “Lo tosif…”, no agregues hasta el infinito y no quites hasta el infinito de lo que D-s y el entendimiento de las generaciones establecieron como bases de conducta. El mismo Maimónides (1135-1204) decía “Iargil haAdam lalejet baderej haemtzaí”, que el hombre se acostumbre a conducirse por la línea media”.
Estamos terminando los Iamim Noraim con el próximo Iom Kipur. Y para que sea un proceso transformador y no meramente folklórico, debemos poner en la balanza no solo nuestras acciones, nuestros éxitos y fracasos, sino que -con mucha humildad- permitir que D-s haga su tarea de juzgarnos. Pero, a su vez, debemos mirar en qué empleamos nuestra energía y en qué utilizamos el tiempo, la vida.
Uno de mis maestros, el rabino Avidor Hacohen, Z.L., nos decía que el proyecto de D-s era crear a un “mentsch” -o como dicen los sefaradim, a un “benadam”- y que toda la tarea del hombre es llegar a cumplir la expectativa que D-s tiene que nosotros. Como hoy se acostumbra a decir, ser la mejor versión de nosotros mismos; achicar la distancia entre esa expectativa y nuestra realidad, es la tarea obligatoria de cada uno.
Estos Iamim Noraim tienen que ser la oportunidad para poder revisar nuestras vidas, rectificando errores con humildad, con honestidad, no con autoindulgencia. Quiera D-s que el shofar de la conclusión de Iom Kipur nos deje con fuerzas para enfrentar todo un año donde, sin lugar a dudas, seguiremos avanzando en el camino correcto.
Shaná tová, jatimá tová.