“El tren paró, nos hicieron bajar y lo que vimos fue un edificio con una chimenea grande que salía humo. Nosotros ya habíamos oído lo que pasaba en Auschwitz, y veíamos entrar grupos (en este edificio) y no salía nadie.”
Gitla Kajman archivo digital Centro Memoria Viva
“Cuando llegamos a Auschwitz, llegó con nosotros un transporte de Hungría. A estos húngaros los mandaron directamente a la cámara de gas. A nosotros nos hicieron la selección, una fila a la derecha y una a la izquierda. Un lado iba directamente a la cámara de gas y el otro no (eran los jóvenes aptos al trabajo forzado)”.
Juan Lamac archivo digital Centro MemoriaViva
El día 27 de enero de 1945, es el día que marca el aniversario de la liberación del campo de concentración y extermino nazi de Auschwitz-Birkenau por las tropas soviéticas. En noviembre del 2005, las Naciones Unidas eligieron también esta fecha como el día internacional de conmemoración de las víctimas del holocausto.
Es un evento que nos invita a reflexionar sobre la tragedia particular, ocurrida a nuestro pueblo y a la vez sobre las implicaciones universales de tal atrocidad en el mundo y posteriores genocidios.
Comprendamos en primer lugar los términos utilizados. El término genocidio es acuñado en 1943 por el abogado judío polaco Raphael Lemkin, quien emigró a Estados Unidos en 1941 huyendo de las persecuciones nazis.
Es una palabra híbrida que viene del griego “genos” (familia, tribu, o raza) y del latín “cidium” (acción de matar o su resultado). Lemkin comenzó a interesarse en los genocidios, a partir del intento de exterminio deliberado, que cometió el gobierno otomano contra sus súbditos armenios durante la Primera Guerra Mundial.
Por su parte, el término holocausto tiene su origen en la palabra greco-latina holocaustum y significa "totalmente quemado" o "sacrificio en fuego” y, a pesar de ser un termino bastante controvertido por remitirse a un sacrificio sagrado, se ha utilizado desde la década de 1980 para designar el exterminio masivo de alrededor de seis millones de judíos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
En Israel, se utiliza el término hebreo Shoah, que significa "destrucción" o "catástrofe", ya mencionado en 1948 en su declaración de independencia.
Sin embargo, muchos asocian el termino Auchwitz al holocausto, y esto se debe a los juicios penales en Polonia en la década de 1940 y en Frankfurt en la década de 1960, cuando se dieron a conocer las atrocidades cometidas allí y, "Auschwitz", se convierte en sinónimo del asesinato en masa de judíos ordenado por el régimen nazi. Es así como el mayor campo de concentración y exterminio nazi construido en suelo polaco se tornó en el símbolo de este genocidio.
Auschwitz se convirtió en el símbolo de la utopía nazi de un nuevo orden social, de un mundo ordenado por razas, en el cual los alemanes están en el tope de la pirámide racial como los amos supremos, mientras que afuera de la pirámide, considerados como anti-raza, están los judíos, vistos como el satán, el principal enemigo de Alemania, y de la humanidad entera.
Fue en nombre de esta utopía, dice el Profesor en estudios del holocausto Yehuda Bauer*, de un nuevo mundo racialmente dividido, que “la mayoría de los alemanes fueron persuadidos a cometer asesinatos masivos, incluyendo por lo menos tres genocidios; en contra el pueblo polaco, en contra los romaníes (gitanos) y en contra los judíos”.
Según el mismo historiador, no es una exageración decir que la muerte de millones de personas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial y la destrucción de países y culturas, fueron causadas en gran parte por el odio hacia los judíos.
Saul Friedlander, sobreviviente y también historiador, acuñó el término antisemitismo redentor para describir el antisemitismo nazi. Éste ve a los judíos como una anti-raza y una amenaza para el mundo. Los judíos, su mera existencia, es un elemento destructivo que contamina la humanidad y que es un riesgo para la existencia de un orden racialmente natural.
Es innegable que el antisemitismo es un pilar central en la idolología nazi y que los judíos fueron víctimas de un genocidio llevado al extremo, pero las implicaciones de este genocidio son universales.
Igualmente, no podemos olvidar que los judíos no fueron las únicas víctimas del régimen nazi, como ya he dicho anteriormente los romaníes y polacos sufrieron igualmente un genocidio. Así como también los homosexuales, los discapacitados, los testigos de Jehová, los opositores políticos y todos aquellos que no encajaban en este “nuevo orden racial” fueron perseguidos y asesinados en mayor o menor intensidad. Auschwitz simboliza toda esta atrocidad.
Daniel Muchnik, en su libro Los genocidios del siglo XX, escribe que “el siglo XX puede identificarse como el reino absoluto de la violencia llevada al extremo”. Infelizmente fue un siglo marcado por asesinatos de civiles, soldados y prisioneros de guerra por gobiernos y organizaciones políticas en nombre de alguna utopía.
R.J. Rummel en su libro Statistics of genocide since 1900, estima que durante el siglo XX los gobiernos mataron más de 150 millones de hombres mujeres y niños. Dentro de todos estos asesinatos se enuentran los seis millones de judíos asesinados por los nazis y considerados el caso más extremo de genocidio vivido por la humanidad.
¿Pero por qué categorizar el holocausto como un genocidio llevado al extremo?
Existen algunos paralelismos entre el holocausto y otros genocidios, el principal de ellos, según Bauer es que “el sufrimiento de las víctimas es el mismo. Asesinato es asesinato, tortura es tortura, violación es violación, hambre, enfermedades, humillación son factores comunes en todos los asesinatos masivos. No existe genocidio mejor o peor que otro y ninguna persona es más víctima que otra”.
La utilización de la mejor tecnología y una burocracia eficaz por parte de los perpetradores, son otros elementos comunes que podemos encontrar.
Pero en el holocausto, defiende Bauer,, vemos elementos que no encontramos en otros genocidios que le precedieron, como, por ejemplo, el intento de universalizar el genocidio, extrapolar los límites del territorio ocupado y/o conquistado. La obsesión por encontrar, registrar, marcar, humillar, desposeer, concentrar y matar a cada persona que tuviera tres o cuatro abuelos judíos en su línea genealógica, en cualquier parte del mundo, independiente de su nacionalidad o declaración religiosa, no tiene antecedentes.
El gobierno otomano, por ejemplo, que durante la primera guerra intentó un exterminio sistemático de sus súbditos armenios, nunca salió de su territorio en busca de armenios, ni mucho menos descendientes de armenios por el mundo.
Otro elemento defendido por el historiador que discrepa de los demás genocidios es la ideología por sobre el pragmatismo. La propia lógica en el proceso de deshacerse de los judíos no fue pragmática, primero se planeó la emigración, después la expulsión y finalmente el asesinato. En más de un momento durante el período de guerra la decisión fue de matar a los judíos trabajadores esclavos en momentos en los cuales más eran necesarios y cruciales para la fuerza militar alemana en la guerra. La segunda guerra mundial (la lucha de Alemania por el espacio vital) y el holocausto (el asesinato masivo de los judíos) fueron dos guerras paralelas inversamente proporcionales. Cuando los nazis empiezan a perder la segunda guerra (con la derrota en Stalingrado a principios de 1943) es cuando escalan en el asesinato masivo de los judíos. Si hubiesen seguido una lógica capitalista práctica, afirma Bauer, “hubiesen robado toda su propiedad y utilizado a los judíos como esclavos para su propósito, como hicieron con los polacos, por ejemplo”. Pero su lógica era otra, era la ideología de liberarse de los judíos del mundo.
El holocausto no tuvo precedentes, pero infelizmente se ha tornado uno, y otros genocidios lo siguieron y siguen ocurriendo en pleno siglo XXI.
Frente a este hecho Bauer nos invita a reflexionar sobre algunas preguntas: ¿Qué significa eso para la humanidad? ¿Es posible evitar otros genocidios? ¿Es el ser humano capaz de vivir en coexistencia con el otro a pesar de sus diferencias?
En Memoria Viva creemos que sí. Indudablemente es una tarea ardua, lenta y difícil, pero no imposible. Creemos que, a través una educación basada en valores de respeto, solidaridad, coexistencia y humildad, podemos, por medio de los relatos de nuestros sobrevivientes y refugiados, entregar herramientas de reflexión, debate, pensamiento crítico y toma de decisiones que son fundamentales para la formación ciudadana y para, finalmente, hacer de este mundo un lugar mejor.
Algo que debemos aprender del holocausto, lo destaca Bauer, y que nos llena de esperanza, es la actitud de las personas que rescataron judíos durante el holocausto arriesgando sus vidas. Ellos son denominados “Justos entre las Naciones” y hasta el momento Yad Vashem ha registrado 27.712 nombres (dato con fecha de 1º de enero de 2020). Sus actos nos demuestran que a pesar de que el ser humano es fácilmente persuadido a cometer asesinatos y/o ser observadores pasivos ante el dolor ajeno guiados por una utopía, existen personas que eligieron ayudar y salvar otros seres humanos en riesgo. Con eso entendemos que nuestros actos finales dependerán de nuestra educación y valores.
El tema que eligió la UNESCO para la conmemoración del 2021 se denomina “Enfrentando las secuelas: recuperación y reconstitución después del Holocausto”.
Una parte integral del proceso de
reconstitución fue el registro preciso del relato histórico de lo que sucedió antes y durante el Holocausto. Desafiar la negación y distorsión de los hechos históricos se entrelazó en los procesos de recuperación y reconstitución.
Memoria Viva es el principal archivo de historia oral sobre la memoria de los refugiados y sobrevivientes de la Shoá que se albergaron en Chile. Hace once años que el Centro Memoria Viva viene recuperando, recompilando, registrando, preservando y difundiendo los relatos y testimonios de los refugiados y sobrevivientes del holocausto que encontraron en Chile un abrigo contra la opresión nazi.
Ya contamos con más de 140 testimonios archivados y digitalizados. Hoy en el 2021, están con vida alrededor de 400 mil sobrevivientes del holocausto en el mundo, en el 2030 tendremos alrededor de 100 mil. El doctor Alexander Avram, director de la base de datos de Yad Vashem dijo en el 2017, “cada nuevo nombre es una pequeña victoria contra el olvido”.
Tenemos un compromiso con lo universal, que es la educación para un mundo mejor, a partir del holocausto y los demás genocidios, y a la vez un compromiso con lo particular, la memoria colectiva de nuestro pueblo. La recuperación y reconstitución que hacemos a partir de los testimonios tiene como objetivo también saber quiénes somos, de dónde venimos, cómo vivíamos, con qué soñábamos para conocer lo que perdimos como pueblo judío.
Son secuelas muy difíciles de medir en términos concretos; son sueños, proyectos, cultura e ideas que fueron borradas con las millones de vidas asesinadas. Creemos que, solamente conociendo este pasado en común, podemos seguir escribiendo el futuro de nuestro pueblo. Lacultura la creamos dialogando con nuestras raíces.
En este día, nosotros, el Centro Memoria Viva, queremos homenajear la memoria de las víctimas y sus familiares reafirmando nuestro compromiso por mantener viva la memoria de nuestro pueblo y
a la vez la lucha contra todo tipo de intolerancia como el antisemitismo, el racismo y todas las formas de prejuicios.
Terminamos con el llamado de Yehuda Bauer frente al Bundestag (parlamento federal) alemán en el 27 de enero de 1998, “Yo vengo del pueblo que entregó los Diez mandamientos al mundo. Necesitamos
acordar tres mandamientos más, que son: “Ustedes, sus hijos y los hijos de sus hijos no serán nunca perpetradores"; "Ustedes, sus hijos y los hijos de sus hijos nunca se permitirán jamás convertirse en víctimas"; y "Ustedes, sus hijos y los hijos de sus hijos nunca, pero nunca, serán espectadores pasivos de asesinatos en masa, genocidio o (esperemos que nunca se repita) de una tragedia similar al Holocausto".