Aislamiento social: Un largo Shabat, un Iom Kipur extendido
Por Gachi Waingortin
La parashá Ajarei Mot incluye la lectura de la mañana de Iom Kipur, en la cual se describe el rito correspondiente al día sagrado. Se trata de los dos machos cabríos, ambos idénticos, que debían ser presentados ante Aarón, el Sumo Sacerdote. Aarón debía echar suertes para determinar cuál de los animales sería sacrificado para purificar al pueblo por sus pecados, y cuál sería enviado vivo a un lugar del desierto llamado Azazel, para expiar por las transgresiones de los hijos de Israel.
Explica la rabina Gritsevskaya que el Midrash, el Zohar y el comentarista español Abarbanel (siglo XV) notan impresionantes paralelos entre estos dos animales y la historia de Jacob y Esav. En ambos casos tenemos seres idénticos, pero que enfrentan destinos muy diferentes. La palabra hebrea seir (macho cabrío) es la misma que da origen al nombre Esav (Gen 25:25) y al lugar donde este vivirá su vida adulta. Esav también es conocido como Edom, debido al color rojo (adom) que tuvo al nacer y el del guiso de lentejas que intercambia con su hermano Jacob. Y, según el Talmud, al seir destinado a Azazel se le amarraba un hijo rojo al cuello, justamente para diferenciarlo del que habría de ser sacrificado en el altar.
Las similitudes no terminan acá. Así como hay dos cabritos en el ritual, hay dos cabritos en la vida de Jacob: cuando su madre, Rivka, se da cuenta de que Itzjak está por bendecir a Esav, le ordena a Jacob: “Anda y tráeme dos cabritos del rebaño y los cocinaré para tu padre” (Gen 27:9). Finalmente, la palabra central de nuestra lectura, repetida 23 veces, es kapará, expiación. Y la única vez que esta palabra aparece en la Torá con el mismo significado es cuando Jacob está por reencontrarse con Esau tras años de ausencia: “Apaciguaré su ira (ajapra panav) con el obsequio que va delante de mí. Después veré su rostro, quizás me perdone.” (Gen 32:21)
Enseña Gritsevskaya que el rabino Jonathan Sacks ofrece una fascinante explicación a la conexión entre ambas historias. El ritual de los dos cabritos idénticos, uno de los cuales debía cargar con nuestros pecados, simboliza las dos identidades que conviven en un corazón angustiado: uno es la persona que queremos ser, nuestro yo auténtico; el otro es aquello que está dentro nuestro, pero que nos hace mal. El ritual de Iom Kipur descrito en Ajarei Mot nos muestra la manera de alcanzar la expiación a través del acto simbólico de dejar partir al macho cabrío que iba a Azazel. Si logramos dejar partir a aquello que nos daña, encontraremos paz interior y podremos estar en paz con el mundo.
El rito expresa, simbólicamente, el resultado de la lucha interior que cada uno debe librar para desarraigar esos rasgos de carácter que nos impiden realizarnos en plenitud. El patriarca Jacob lo hizo cuando luchó con un extraño durante toda una noche (Bereshit 32:25-33) ya que, según el Midrash, el contrincante era Esav, su hermano mellizo. El rabino Sacks une así las dos historias: el macho cabrío que se mandaba al desierto es el Esav que vivía dentro de la mente de Jacob. Jacob aprendió a dejarlo partir y en ese acto se convirtió en Israel, el padre del pueblo judío.
No debemos olvidar la manera como termina la lucha de Jacob con el ángel. Leemos en el versículo 27 que el ángel pide: “Déjame ir, que está rayando el alba”. A lo que Jacob contesta: “No te dejaré ir hasta que me hayas bendecido”. Esta es la clave de todo el episodio: no podemos dejar partir a nuestras dificultades hasta que nos entreguen su bendición, hasta que hayamos aprendido y crecido a causa de ellas. En el simbolismo que nos entrega la rabina Gritsevskaya, dejar partir a lo que nos boicotea desde nuestro interior es lo que nos hace crecer y mejorar.
Ser uno mismo significa tomar conciencia de nuestras propias bendiciones y dejar de aspirar a las bendiciones de los demás. Si revisamos la historia de Jacob, veremos que ese fue su gran problema. Deseó la primogenitura y la bendición de su hermano, sin darse cuenta, quizás, de que él tenía valores suficientes como para adquirir la bendición sin tener que robarla ni engañar a nadie. Cuando deja partir al Esav que lleva dentro, Jacob logra reconciliarse consigo mismo. Deja de buscar la identidad o la bendición de otros.
La rabina Irina Gritsevskaya une estas enseñanzas con la situación de aislamiento social que estamos viviendo. Ella propone que la crisis del coronavirus nos fuerza a reconsiderar nuestras prioridades, a preguntarnos qué es lo verdaderamente importante para nosotros, ver qué es lo que realmente somos y deseamos ser. Y nos pide considerar si la humanidad ha entrado en este largo Shabat, este receso de nuestras actividades cotidianas, para que podamos revisar nuestras vidas, valorar lo que somos y reformular nuevos rumbos. Sugiere, también, que aprovechemos este tiempo como un Iom Kipur extendido. Un paréntesis que nos permita analizar a qué clase de persona aspiramos. La crisis del coronavirus es la oportunidad de dejar partir aquello que no queremos ser, luchar con ello cara a cara y enfrentarnos a nosotros mismos.